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Una historia de explotación sexual y drogas

Por Miriam Ruiz

La falta de políticas públicas para una niña prostituída es evidente en el país y la carencia de oportunidades que ofrezcan un mejor destino solo es tangible en casos particulares. Esto le pasó a Cristal.

Crystal….claro que ese no es su nombre, «sigue ahí, pero ahora tiene dos niños», me contó por teléfono mi amiga Myrna del Angel, policía asignada desde hace varios años a la comandancia en Linares, Nuevo León.

La última vez que nos contaron de ella, iba rumbo a «la grande», es decir, al Tutelar de Menores de Monterrey, a dos horas por carretera de Linares, ciudad de la zona citrícola de Nuevo León con 75 mil habitantes. Tenía 15 años, una acusación de robo y una historia de drogas y explotación sexual.

Ya pasaron 15 años desde que el gobierno mexicano se comprometió a cumplir la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez, pero el tiempo le ganó a Crystal, que fue y vino del Tutelar de menores, que pasó de niña prostituida a trabajadora sexual, cuando alcanzó los 18 años y que tiene una hija de cuatro años de edad, y un hijo.

Antes de ir al Tutelar, ella vivía y «recibía visitas» en el callejón más infame y angosto de Linares, ciudad recordada solamente por sus dulces y sus cadetes.

Empezó a robar a los 12 años. La culpa, le contó a mi hermana entonces, fue de su novio quien con 23 años la inició en el amor, el sexo, las drogas y la prisión.

La vida de Crystal es un gesto trágico de una sociedad conservadora, que mantiene una zona roja en la ciudad, donde todas las mujeres tienen más –mucho más—de 18 años y han convivido en relativa paz con la ciudadanía y la policía. Mientras tanto, para hallar niñas y drogas estaba el callejón, a la vista de todos y de nadie.

Ese día del 2001, cuando se fue a «la grande» acusada de robo una vez más, mareada y violenta por las anfetaminas llamadas «reinas», dijo que el novio la llevó previamente a la casa de una señora que la había salvado en otras ocasiones de caer en prisión: no su madre, que la tuvo a los 13 años de edad, sino la «madame» que le rentaba el cuarto, se quedaba con unos 30 pesos por cliente y le permitía quedarse con otros 130.

Pero esta señora, la acusó de robo esta vez y la dejó ahí, la única detenida en el Tutelar de Menores de Linares.

15 años después del optimismo con el que representantes gubernamentales firmaron la Convención Internacional por los Derechos de la Niñez, no disminuye el número niñas y niños que entran en el frecuente círculo de calle-prisión-explotación sexual, denunciada todos los días por organismos como Casa Alianza.

Crystal era, hace un lustro, el paradigma de todos los problemas sobre los que las organizaciones internacionales y gobiernos rasgan sus vestiduras en las arenas internacionales: pobreza, infancia callejera, menores infractores, maternidad adolescente, tráfico y prostitución infantil. Hoy, para sus conocidos es solamente «otra perdida.»

OIDOS SORDOS

Hace 9 años la Relatora Especial de la ONU Sobre Venta de Niños, Prostitución Infantil y Utilización de Niños en la Pornografía, Ofelia Calcetas-Santos, advirtió sobre una preocupante agudización de estos fenómenos y sobre la falta de legislación para proteger a la niñez.

Calcetas- Santos dio la alerta sobre los sitios turísticos como Cancún, pero también sobre el Distrito Federal, en las ciudades de Veracruz y Xalapa, en el estado de Veracruz, en Ciudad Juárez (Chihuahua), y Tijuana (Baja California).

Consideraba que los motivos fundamentales por lo que los menores son objeto de la explotación sexual comercial en las zonas metropolitanas, turísticas y fronterizas son en general muy semejantes: la pobreza y la migración.

La ex relatora revelaba que la falta de estadísticas y datos sobre el alcance de la explotación sexual comercial de menores no debería servir de excusa al gobierno mexicano para no aplicar medidas de prevención e intervención.

HOMBRES RICOS, HOMBRES POBRES

Si hay oferta, es porque hay demanda. De norte a sur, persiste la explotación sexual de menores en México, donde turistas ricos del norte pueden buscar a niñas hasta de 9 años provenientes de una zona rural, de acuerdo con la especialista mexicana en explotación comercial de la niñez, Teresa Ulloa.

El mayor problema en México es la trata interna que se registra hacia el norte, «principalmente para los consumidores norteamericanos; en el sur, para el consumo de mexicanos. En el Océano Pacífico, para consumidores gringos y europeos; en la costa del Golfo, para mexicanos», explica Ulloa, nominada al Premio Nóbel de la Paz junto con otras mil activistas destacadas del planeta.

En el Distrito Federal, dice, se encuentran de un tipo y otro de hombres que buscan sexo con niñas y niños.

Pero también, en los rincones más pequeños del país, la trata significa «ayudar» a las niñas «difíciles» a encontrar un lugar donde vivir –de una colonia a otra–bajo la mirada miope de la sociedad.

La historia de explotación sexual infantil en el caso de Crystal, finalmente cambió, ella dejó de ser niña.

06/MR/LR

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