Al otro lado del espectro infame de los curas paidófilos, en España sale a la luz otro tipo de sacerdotes: los que decidieron adoptar un hijo.
«Mi papá es cura», afirma con desparpajo el niño bielorruso Aleksey Gromico, de ocho años, a quien todo el pueblo de El Espinar en Segovia conoce como Alosa, según publicó ayer miércoles el diario español El País.
Alosa fue adoptado legalmente por Valentín Bravo Fernández, párroco de 48 años. Padre e hijo se conocen desde hace dos años, cuando el niño llegó a vivir al pueblo español como un huérfano agresivo y taciturno de Chernobyl.
Tras superar los procesos burocráticos españoles y rusos (naciones sin relaciones diplomáticas), el también responsable del arciprestazgo Abades-Villacastín, consultó su deseo con el obispo de Segovia, Luis Gutiérrez, quien comprobó que el derecho canónico no impide las adopciones.
Otro caso mencionado por la publicación española Eclesalia, que promueve una iglesia incluyente, es el del cura español Rafael Guerrero que adoptó a una niña en 1997 en el altiplano peruano donde ejerce su ministerio desde hace 15 años.
Rafael Guerrero obtuvo la patria potestad a los tres meses del nacimiento de la niña y esperó tres años más sin que ningún familiar la reclamara. En la actualidad ambos viven en Bilbao donde el sacerdote se restablece de una lesión cardiaca que podría impedirle regresar a Perú; su hija, mientras tanto, asiste a una escuela pública.
Guerrero, en entrevista con el diario ABC, consideró que «la adopción es muy interesante, muy bonita. Uno aprende muchas cosas y es capaz de hablar en sus homilías de los hijos y sus problemas con conocimiento de causa».
Del lado de los hijos de curas, Sebastián da su testimonio en un foro electrónico de la organización Somos Iglesia: «Me llaman curita en el instituto, pero no me afecta, tengo excelentes amigos: me respetan y estiman a mi padre pues les da un testimonio muy especial, incluso le piden consejo.»
El hijo de un sacerdote católico casado da su versión: «Para mí es un orgullo tener un padre cura y una madre que le ama profundamente. El testimonio de vida cristiana se palpa en toda nuestra familia, además creo haber recibido una educación religiosa muy especial».
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