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Ni una muerte más

Por Lydia Cacho

Susana Enríquez Enríquez, 29 años de edad, madre de un niño de 5 años, empleada. Lilia Alejandra García, 17 años, madre de un niño de 2, empleada. Irma Rebeca Fuentes, 18 años, soltera, empleada. Lourdes Gutiérrez Rosales, 30 años, madre de 6 hijos de 14, 10, 7, 5 y gemelos de 3 años. Laura Georgina Vargas, 40 años, madre de 4 hijos, empleada. Brisa Narváez Santos, 20 años, madre de una niña de 5, empleada. Laura Alondra Márquez, 16 años, estudiante. Flor Idalia Márquez, 18 años, estudiante. Paloma Rodríguez Ruges, 17 años, empleada.

Estas mujeres mexicanas tienen algo en común: Todas eran morenas y vivían en colonias marginadas de Ciudad Juárez, Chihuahua. Ellas forman parte de un grupo que se ha hecho famoso en el mundo entero, aunque de 25 personas a las que cuestionamos por las calles de Cancún, solamente siete conocían la historia.

Los demás, sin embargo, sí habían escuchado el nombre y la historia de John Allen Muhammad, el francotirador experto en manejo del M-16 que asesinó recientemente a 10 civiles en Washington y cuya detención se celebró en los medios de una decena de países, entre ellos el nuestro.

¿Cuál es la relación, dirá usted, entre las mujeres y el francotirador? Muy sencilla: las primeras son parte de las 300 asesinadas en Ciudad Juárez, asesinatos que han sido poco cubiertos por los medios de comunicación masiva e ignorados por el Estado mexicano. A diferencia de lo sucedido con la decena de muertos de Allen Muhammad, ellas solamente para ciertos grupos de defensa de derechos humanos y en fechas «conmemorativas» como este 25 de noviembre, Día Internacional de la No Violencia hacia las Mujeres, son reconocidas por las televisoras comerciales y los diarios les dan ocho columnas y reportajes especiales.

Desde 1993 comenzaron a aparecer mujeres asesinadas en aquella ciudad norteña; hoy sobrará abundar en los comentarios machistas y sexistas del ex procurador general de la República, o de los procuradores y fiscales especiales de Chihuahua, quienes al notar el incremento en el feminicidio decidieron recomendar públicamente a las mujeres juarenses no salir con escotes, faldas cortas y de noche. Si alguien se hubiese atrevido a insinuar a la ciudadanía de Washington que no circulara por las calles porque había un francotirador, la población se hubiese volcado a las calles contra semejante atropello político. Este es un claro caso de sexismo y muestra de lo que significa la violencia estructural y la misoginia.

Además de estas 300 mujeres asesinadas, violadas, apuñaladas, balaceadas y estranguladas, como marcan las pruebas periciales, hay noticias de otras 500 mujeres más de Ciudad Juárez cuyos padres y madres reportan desaparecidas.

Este lunes, por un día o dos, conmemorando la fecha, los medios se inundarán de lemas de indignación, mientras el resto del año pocas voces persisten en una sola consigna: justicia y esclarecimiento de los asesinatos.

Jesús Alfredo Delgado, presidente municipal de Ciudad Juárez, recibió ayer numerosos aplausos por declarar en un foro público: «Hasta la fecha no se sabe de mujeres que maten mujeres, son hombres los asesinos. Tenemos que reeducar a los hombres, así podremos dejar atrás los golpes, los maltratos y, por supuesto los asesinatos, pues es la desigualdad entre los géneros lo que provoca la violencia». Bueno reconocer, pero no basta.

Nueve años han pasado con plantones, lutos públicos, reportajes de feministas y organizaciones civiles, procesiones, diálogos y conferencias. Nueve años para que un alcalde declare que éste es un asunto de educación. ¿Qué dirán los hijos e hijas de Susana, Lilia, Brisa y el resto de mujeres que perdieron la vida por haber nacido hembras? ¿Encuentra usted algo raro en una sociedad que ante 300 asesinatos se mantiene silenciosa? ¿Imagina usted que el gobierno norteamericano y el FBI en lugar de invertir toda su energía y conocimiento para hallar al francotirador declarasen, con la venia de la procuraduría de justicia, que «sería bueno educar a los muchachos contra la violencia, y no darles armas, decirles que es dañino que ultimen a sus semejantes, y esperemos que con el tiempo lo entiendan»? Impensable el atropello.

¿Qué pasa con México? El minuto de silencio no será sólo para las muertas de Juárez, es también para la conciencia social y la justicia mexicana, para un Estado ciego, sordo y sexista. Yo hoy 25 de noviembre, no encuentro nada que celebrar. ¿Y usted?

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