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Mujeres, 35 por ciento de capitalinos pobres

Por Román González

Del 63 por ciento de la población capitalina empobrecida que habita en cuartos de azotea, vecindades o casas hechas de tabique de baja calidad en colonias populares, o los que ocupan cerros y barrancas para tener un espacio donde vivir, 35 por ciento son mujeres.

A sus escasos 10 años de edad, Rosalía sabe en carne propia lo que es ganarse algunos pesos para contribuir al sostenimiento del hogar.

Desde muy temprano, sale desde la «otra ciudad» que se mantiene oculta por los cerros, cañadas o bardas que cercan a la pobreza de la capital, para conseguir el sustento diario en la calle, el hogar de los sin hogar, de los tragafuegos, «payasitas y payasitos», ambulantes, indigentes, sexoservidoras, limosneros y los mal llamados «niños de la calle».

Su recorrido inicia en la colonia San Miguel Teotongo, perteneciente a la delegación de Iztapalapa. En su humilde «casa» de tres por cuatro metros, hecha de desechos de cartón, lamina y en algunos polines de madera, conviven cinco personas.

En ese espacio nada se desperdicia, cada rincón es ocupado minuciosamente, incluso de las paredes penden ropa desgastada, cazuelas, ollas y hasta un altar para la guadalupana. Ahí, se duerme, se cocina, se «vive» todos los días.

El empobrecimiento continuo de la población capitalina, ha obligado a familias enteras a desarrollar habilidades, a auto emplearse, a poner en práctica el llamado «ingenio del mexicano» para incrementar sus ingresos económicos y garantizar niveles mínimos de vida a sus integrantes, niveles de sobrevivencia.

Las peores actividades, las que tienen menos reconocimiento social y que más lesionan la dignidad y la integridad física, son sin embargo las realizadas por las y los más pobres, los sin casa, sin empleo; aquellos para los que el salario mínimo (40 pesos) es un lujo, entre quienes se encuentran las mujeres y la infancia.

En las avenidas de esta gran ciudad, payasitos y malabaristas, limpia parabrisas, vendedores de todo tipo o quienes piden limosna, se disputan los mejores cruceros, los más pagados, el peso «o lo que sea su voluntad». Ellas y ellos deambulan en la ciudad de la esperanza, ante una sociedad ensimismada, desconfiada, empobrecida…

Hoy, esa pobreza que no sólo se ve, se huele, se siente, se palpa en las calles de la ciudad de México y en toda la región latinoamericana, será motivo de debate del Foro Latinoamericano y Caribeño de Mujeres «Nuevos tiempos, nuevos retos» que hoy inicia en esta ciudad llamada de «la esperanza» de cara a la IX Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, organizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), del 10 al 12 de junio próximo.

Durante dos días, en un hotel capitalino, cerca de 400 feministas de la región debatirán en este foro previo al convocado por la CEPAL, acerca de los desafíos para la población femenina en el contexto global y regional.

CIFRAS

En enero de este año, la titular de la titular de la Secretaría de Desarrollo Social del Distrito Federal, Raquel Sosa, dio a conocer que de los ocho millones de capitalinos, cinco millones 40 mil vive en pobreza; 35 por ciento son mujeres.

Sin embargo, la política social del gobierno capitalino toma como referencia las mil 352 unidades territoriales y no los hogares donde viven seis millones 28 mil pobres; con ello, deja de lado a personas de escasos recursos que se ubican en colonias ricas o en zonas aledañas, asegura la profesora-investigadora del Colegio de México (Colmex), Araceli Damián.

Definir la pobreza es complejo, porque no sólo es ubicar a quienes viven con menos de 40 pesos diarios por persona. «No, son pobres además porque no cuentan con servicios de agua potable o drenaje y tienen que pagar altos costos por ello, como sería el caso de las pipas de agua», dice enfática.

La especialista en trabajos de investigación en torno a la pobreza en México, revela a esta agencia que cuando se levantan encuestas para conocer el ingreso de las familias, sucede que se cuentan todos los ingresos de sus integrantes.

Obviamente, dijo, se deduce que no son pobres, pero lo son en la medida que las niñas y los niños dejan de ir a la escuela y se incorporan al trabajo. También porque no tienen con quien dejar a sus hijas e hijos y los «encargan» con la abuela, la prima o vecina, porque no puedan pagar una guardería.

También, son pobres aquellos que por falta de seguridad social enfrentar la disyuntiva de curar a sus enfermos o alimentar al resto de la familia, situación que se agrava enormemente cuando la enfermedad se complica al grado tal que es posible dejar hasta morir al familiar. «Esto es pobreza», resaltó.

SE ARRAIGA LA POBREZA

De acuerdo con una evaluación del subsecretario de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), Rodolfo Tuirán, la pobreza se hace presente en uno de cada cuatro hogares de las delegaciones de Iztapalapa, Cuajimalpa, Magdalena Contreras, Tláhuac y Xochimilco.

Asimismo, señaló que los patrones de segregación del espacio metropolitano se han venido agudizando, configurándose un modelo urbano donde coexisten «islas de modernidad» con enormes zonas de concentración de la pobreza, profundizándose las brechas socio-económicas que separan a las distintas delegaciones y a los municipios conurbados.

En tanto, Jorge Horbath de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), asegura que para la población pobre, acceder a una vivienda representa precariedad y altos costos en el acceso a servicios, cobros de cuotas -por parte de urbanizadores piratas–, hacinamiento y condiciones insalubres.

Además, la existencia del mercado ilegal de terrenos para la población de menores ingresos se relaciona con las restricciones de acceso a la tierra legal. En muchos casos, los pobladores tiene que pagar por el acceso al suelo, pero quien recibe ese pago no es el propietario sino un líder o promotor que actúa como intermediario entre el poblador y las autoridades.

En el contenido de su trabajo Problemas Urbanos del Distrito Federal para el nuevo siglo: la vivienda en los grupos populares de la ciudad, resalta que a pesar de la «expulsión» de la población de la ciudad de México, aún así hay déficit de vivienda.

Se requieren más de 500 mil nuevas casas anuales, pero el déficit global resulta de poco más de un millón 500 mil , que son requeridas principalmente por grupos populares, que actualmente mantienen la franja de pobreza urbana de la ciudad.

En ese sentido, el especialista refirió que muchas salidas a este problema por parte de esta población desembocan en asentamientos irregulares no aptos para la construcción o en asentamientos humanos en áreas de reserva ecológica.

Horbath concluyó que el problema habitacional se convierte en un factor de reproducción de la pobreza en la ciudad. Explicada por las condiciones macroeconómicas, como la falta de empleo y bajos salarios.

2004/BJ/GV/SM

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