Inicio Carpinteras, cumplen mujeres con su aspiración profesional

Carpinteras, cumplen mujeres con su aspiración profesional

Por Soledad Jarquin Edgar

Muchas personas piensan que cuando llega la edad se terminan las oportunidades. Ese esquema no va con Angelina, Sixta ni Xóchitl. Ellas tienen entre 64 y 71 años de edad, son jubiladas desde hace más de una década en sus distintas tareas profesionales, su punto de unión es la carpintería.

En las tres mujeres, madres y abuelas, las palabras moldear la madera, libertad y creatividad fueron retos que rompieron con los años y para los que tuvieron que esperar con paciencia.

Las tres opinan que nada es imposible en la vida. Las mujeres –coinciden- no tenemos límites.

Angelina Rivera Arriola fue secretaria de la Universidad Nacional Autónoma de México durante 30 años. Jubilada y de regreso a Oaxaca buscó alguna actividad para no quedarse en casa, «no quería enfermarme». Tomó cursos de tejido, pintura, manualidades y complementó estas actividades con el tai chi.

Sin embargo, no estaba conforme hasta que llegó a la clase de carpintería, aunque pensó que haría «tablitas para picar». La clase se prolongó por siete años de constancia en las que ha elaborado camas, roperos, tocadores, mesas, un pupitre y otros muebles que le iban encargando.

«La carpintería es una actividad que me permite construir, soñar, transformar», explica Angelina, quien recuerda que antes decían que había actividades para mujeres y para hombres; «hoy las cosas han cambiado y nosotras no podemos estar más relegadas a la cocina y al cuidado de los hijos», explica esta mujer que no oculta su edad tras las canas.

Sixta de la Rosa García, la mayor de las tres, es la más entusiasta, cuando en el Centro Cultural del ISSSTE decidieron cerrar el taller de carpintería ella se dio a la tarea de volver casi a diario a pedir que volvieran a abrirlo. Durante meses volvió a casa con la promesa de que «al mes siguiente seguro volverían a clases…».

Maestra de Primaria egresada de la Normal de Tamazulapan y después profesora de secundaria por la Normal Superior, ejerció su carrera por 31 años hasta que se jubiló. Al igual Xóchitl en realidad su sueño hubiera sido estudiar medicina, «pero las circunstancias financieras lo impidieron».

Hace 10 años y después de jubilarse volvió a su casa para atender a sus hijos y a su esposo, pero decidió tomar algunos talleres, y aunque de manera inicial no le gustaba la carpintería lo hizo por necesidad, «en casa había que arreglar algunos muebles».

Hoy muestra orgullosa que además de los arreglos ha hecho sus propios muebles e, incluso, ha vendido algunos.

Alguna vez sus hijas le preguntaron por qué carpintería, pero para entonces ella ya le había agarrado el modo a esta actividad. «Ellas querían que estudiara pintura o corte y confección, así les podría hacer vestidos a mis nietas, pero yo quería hacer muebles».

Coincide en que las mujeres pueden incursionar en todas las actividades, a pesar de que todavía hay quienes piensan que la carpintería es cosa sólo de los hombres.

Educadora durante 31 años, Xóchitl Arango Calvo se jubiló hace 15, tiempo en el que buscó seguir preparándose dentro de su carrera magisterial, al tiempo de tomar cursos de pintura, tai chi, aerobics y natación.

La carpintería fue una pasión desde siempre. Pero su marido le decía que esa era una actividad de hombres; sin embargo, al quedar viuda pudo cumplir su sueño y demostró que no era una actividad sólo para hombre, «realmente me liberé, dejé todo y aprendí lo que me gusta».

Entre sus muebles destaca elaboración de dos vitrinas para una joyería y muebles para su casa, aunque su pasión son los marcos para fotografía, en ellos imprime su sello.

Xóchitl recuerda que en el grupo del Centro Cultural alguna vez fueron regañadas por un señor que les dijo que estaban locas, que la carpintería era una actividad para hombres, no para mujeres. «Por supuesto que no lo hicimos el menor caso, pero así hay gente que no cree que las mujeres podemos hacer todo».

Hoy, al igual que Irma Ruiz y Beatriz Sol, las cinco mujeres toman clases de carpintería en el Instituto de Capacitación para el Trabajo del gobierno del estado. Ahí, mediante un acuerdo de colaboración con JICA (Agencia Internacional de Cooperación de Japón, por sus siglas en inglés), tienen la oportunidad de cumplir su sueño y escalar a nuevas oportunidades.

Irma Ruiz tiene 45 años, es la más joven del grupo. Ella es enfermera y licenciada en Informática, pero la carpintería es una nueva oportunidad en su vida, pues de esta manera se suma a una de las pasiones de su familia los fines de semana.

«Veo los muebles en las revistas y sé que puedo hacerlos», sostiene cuando muestra uno de los muebles con acabados especiales en el taller del ICAPET.

En tanto, Beatriz Sol, de 47 años, señala que su mayor orgullo ha sido construir en madera de cedro su cocina integral siguiendo los pasos en un libro; ha hecho, también, su recámara, dos closets.

El entusiasmo es tal que carpintería dejó de ser un pasatiempo y se convirtió en una actividad profesional; en su pasión, atrás quedaron los 15 años de trabajo burocrático en la dirección de Recursos Humanos.

Beatriz opina que los únicos límites de las mujeres «son los que nosotras mismas nos ponemos». La aseveración obtiene una respuesta positiva en la mirada cómplice de las cinco carpinteras que vencen peso, imaginación y a la propia edad, para reiterar que «no hay límite posible».

2005/SJ/GM

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