La Comisión Episcopal de Pastoral Indígena, que preside el arzobispo de Oaxaca, Héctor González Martínez, condenó a la Primera Cumbre de Mujeres Indígenas de las Américas porque «planea alcanzar sus fines por medio de una serie de sugerencias que incitan a la violencia».
Mediante un comunicado distribuido hoy en la sede de los trabajos de la Cumbre que se realiza en esta capital, la dependencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano (asamblea de todos los obispos del país) manifestó que la reunión de las indígenas pretende manipular a los menos favorecidos.
Firmado por los obispos Rodrigo Aguilar Martínez, de Matehuala, San Luis Potosí; Lázaro Pérez Jiménez, de Autlán, Jalisco; y los arzobispos Sergio Obeso Rivera, de Jalapa, Veracruz; y González Martínez, el documento cuestiona los objetivos de la reunión con ásperos señalamientos.
Sostiene que la Cumbre aborda la espiritualidad, la educación y la cultura de los pueblos indígenas, así como espiritualidad de las mujeres indígenas, «desde una perspectiva completamente alejada de la realidad cultural y espiritual de las diferentes etnias que forman a nuestros pueblos indígenas».
Según los obispos, las participantes en la Cumbre «miran al cristianismo como forma de vida contraria a la cosmovisión indígena, desconociendo la vivencia profunda del cristianismo que han alcanzado los pueblos indígenas; igualmente, transforman principios y valores milenarios e imponen prácticas a la cultura, propiciando la pérdida de la identidad».
El comunicado señala que la iglesia católica «denuncia esta manipulación clásica sobre los menos favorecidos y se pronuncia por una espiritualidad y una educación que respeten e incluyan la propia religiosidad, costumbres y tradiciones de los pueblos indígenas».
También «lamentaron» que la Cumbre pretenda imponer el concepto de derechos sexuales y reproductivos que implican programas de control poblacional que atentan contra los valores de la maternidad y de la vida, fundamentales en las culturas indígenas, hecho muchas veces denunciado por los pueblos.
«La Cumbre concibe la estructura de la familia indígena como causa directa de diversas formas de discriminación en contra de la mujer, cuando se ha de enfatizar el poder de la mujer indígena que en el hogar lleva la conducción de los hijos y la transmisión de los valores», apuntan los jerarcas católicos.
«La iglesia no pretende ahora imponer el Evangelio, sino ofrecerlo como plenitud para cualquier cultura y religión», abunda el comunicado.
Sin embargo, consideran que su visión es la mejor al manifestar que sí es necesario «promover una cultura nueva, respetuosa y acogedora dela feminidad, que armonice el misterio femenino con el masculino, conforme al plan original de Dios».
«Una cultura en que la mujer pueda desarrollar y aportar toda la riqueza de sus dones a la familia y a la sociedad, y tenga el mayor espacio posible para participar en todos los ámbitos de la cultura, educación, economía, trabajo, política y paz», dicen, sin señalar el aspecto de espacios dentro de la propia iglesia.
Los obispos y arzobispos dicen compartir el parecer de la Cumbre de que la mujer es infravalorada, pero condenan que las mujeres decidan sobre su maternidad y sus derechos reproductivos, o que puedan acceder a espacios de poder.
También critican la forma en que la Cumbre, cuyo lema es «Mujeres indígenas desafiando al futuro», aborda el tema de la globalización.
«La Cumbre ataca la globalización económica, pero difunde e impone la globalización ideológica por medio de la cual se busca introducir en los pueblos indígenas ideas y conceptos ajenos a sus propios valores, tradiciones y cultura», exponen.
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