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Violencia mediática a la orden del día

Por Silvia Núñez Esquer*
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Que la Feria internacional de la lectura Yucatán (FILEY) haya utilizado una imagen que reproduce la violencia extrema contra las mujeres y expresamente incluya el consentimiento de la mujer, no es raro, pues ante la falta de creatividad publicitaria se reproduce la vieja historia de usar los cuerpos de las mujeres para reírse de ellos, para violentarlos o para venderlos.
 
Lo increíble es que las instituciones encargadas de velar por los derechos humanos, particularmente por los derechos humanos de las mujeres, permanezcan calladas.
 
Aunque eso ya tampoco debería parecernos  raro, ya que la publicidad apologista de la violencia de género de la FILEY no es aislada, sin ninguna consecuencia para la serie de anuncios ya sea de empresas privadas o de las propias instituciones gubernamentales.
 
Si bien el fundamento de la FILEY -de actitud poco convencida- en la explicación del retiro de la publicidad referida evoca la libertad de expresión y la pluralidad de ideas, hay un empoderamiento del discurso que responsabiliza a quien lee por la “interpretación negativa”.
 
Reiteran su rechazo a cualquier tipo de violencia, pero ni por asomo se les ocurre emitir una disculpa pública. “La FILEY se pronuncia a favor de la pluralidad de ideas, la diversidad de pensamiento y también la tolerancia en el marco de la libertad de expresión”, reza su publicación. En otras palabras, ante la presión retiran el cartel, pero no significa que estén de acuerdo en que el mensaje reproduce la violencia extrema contra las mujeres.
 
Desafortunadamente la instancia cultural de Yucatán no es la única que ha hecho de la imagen de la mujer la oportunidad de reforzar los estereotipos de género.
 
El 6 de noviembre del año pasado Cultura UNAM publicaba un anuncio para publicitar el espectáculo de danza de la Compañía Mar Gómez de España, Heart Wash, que se presentaría el 12 del mismo mes.
 
En el cartel una mujer con vestido y zapatos de tacón cargaba abrazada y con dificultad una enorme lavadora proporcionalmente mayor al volumen de la mujer.
 
Tras la lavadora, se veía el cuerpo de la mujer, el vestido, las piernas y los tacones, pero no su rostro, solo su cabello, es decir la mujer era solo cuerpo no pensante, un cuerpo ligado al electrodoméstico.
 
A pesar de algunas manifestaciones de desacuerdo, no hubo ninguna explicación ni se retiró la publicidad.
 
En el mismo mes, pudimos observar la campaña del programa federal de la Secretaría de Salud “Cómo le hago”, en donde  a través de la composición de imágenes y texto se responsabiliza a las mujeres del embarazo adolescente.
 
Uno de sus carteles muestra en primer plano a una jovencita observando el dispositivo para test de embarazo en el que se presume, por su expresión, que está obteniendo un resultado positivo.
 
Atrás en segundo plano, desenfocado, aparece un joven con la mano tapando su boca. No queda claro si es el hombre responsable del embarazo, un amigo o un hermano que está acompañándola.
 
Por lo tanto, evidentemente ella está sola en el drama, pues a partir de la imagen el joven no es parte de la escena del resultado.
 
Otra vez se refuerzan los roles de género, al mostrar un “problema” de las jovencitas eximiendo al hombre responsable, y a las propias instituciones que no educan en sexualidad, y a las que no proveen de anticonceptivos de acuerdo a la demanda.
 
Todos estos productos comunicacionales, algunos que forman parte de campañas gubernamentales, contribuyen a construir la normalidad de la violencia hacia las mujeres, a reforzar los estereotipos, están pues al servicio de la violencia estructural.
 
Lo terrible es que estos ejemplos de entre muchos otros,  han sido protagonizados por instituciones públicas que deberían ser las primeras en transversalizar una postura de no discriminación, cero tolerancia a la violencia social y de género, y pugnar por una nueva sociedad sin estereotipos, ni falsos argumentos basados en los usos y costumbres.
 
Secretaría de Salud, Cultura UNAM o la Feria Internacional de la Lectura Yucatán han hecho lo mismo,  moverse en la amplitud de su derecho a la libertad de expresión, curiosamente –porque no lo hacen con otro sector de la población- violentando a las mujeres.
 
El sexismo y la misoginia son el sino de un arte publicitario que no evoluciona. Las instancias de las mujeres permanecen calladas, mientras la publicidad encasilla a las mujeres en cuerpos violentables, usables y sin pensamiento.
 
Mientras no se regule la violencia mediática de género, el círculo violencia-retiro-disculpa seguirá a la orden del día. Lo lamentable es que se podrá viralizar el logro de la ciudadanía que presiona para su retiro, pero a los perpetradores el gusto de haber propiciado  la violencia, nadie se los quita.
 
Peor aún, la imagen ya pertenece al mundo virtual y seguirá presente navegando a través de todas las redes que hoy día existen, aunadas a las que diariamente se agregan.
 
La FILEY podrá haber retirado la versión de la serie de carteles, inspirada en el libro Las 50 sombras de Grey, pero ésta permanece en la memoria y disponible para compartirla por siempre. El daño está hecho.
 
*Periodista integrante de la Red Nacional de Periodistas y directora del blog Mujer Sonora http://mujersonora.blogspot.mx/
Twitter: @mujersonora
 
17/SNE/GG

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