Inicio Se cierne la muerte sobre una mujer

Se cierne la muerte sobre una mujer

Por Miriam Ruiz

Tenía 16 años cuando murió, pocas semanas antes de tener a su primer hijo. Aunque tuvo atención médica en Lelenchij, Oxchuc, nadie le hizo caso cuando sus pies se empezaron a hinchar. El primer síntoma claro de la segunda causa de muerte materna: preclampsia.

Juana Guzmán Santiz es recordada apenas por su viudo, Marcos Sántiz Gómez, campesino tzeltal. El único registro de la vida de Juana quedó en su autopsia verbal.

El ya olvidó la fecha y el año. «No, no lo sé, cuánto tiempo estaba con nosotros, sólo un año, un año nada más». Era el 25 de mayo del 2001.

A los cinco meses de embarazo la llevaron a revisión al cercano hospital de Tracoma, dependencia de la Secretaría de Salud. Y acudieron a más citas.

«La última vez que llegué, que me dijeron, es que me citaron porque se le empezaron a hinchar sus pies. Se le hincharon estas dos partes. De ahí la volví a llevar, entonces la vacunaron del tétanos. Que me dijeron que con eso se iba a componer. Ni por más ya no se compuso. Casi duró una semana o tres días que faltaban para que la llevara a que la revisará otra vez el doctor; empezó su enfermedad más fuerte y fue que se agravó hasta que la mató», cuenta Marcos.

En la familia no se detuvieron a pensar que ella pudiera morir, pues la consideraban fuerte. Le faltaban tres semanas para el parto y estaban tranquilos «porque la hinchazón que tenía decía el doctor que era por niño o por el bebé que estaba esperando, que no tenía otra enfermedad; que era por el mismo embarazo, que ella estaba así por eso. Estaba contento, no pensamos que esto fuera grave.»

Así que en el último día de su vida, Juana «estaba tranquila y se levantó temprano y me dio mi ropa, porque era el último día de ir a trabajar allá arriba; entonces, mi papá dijo que como era el último día de trabajo allá arriba que nos llevaran refrescos, que nos llevaran pozol, y que mi mamá llevará a su nuera que fuera allá arriba,» rememora Marcos.

-Ta bueno, entonces, vas a poder ir, nuera, vamos allá -parafraseó el viudo a su madre.

-Sí, porque soy una fuerte, pues sí puedo ir -habría respondido Juana.

-Entonces vas a poder, ¿sí?

-Sí puedo.

-Entonces ahí nos vas a dejar entonces nuestro pozol para que tomemos allá -celebró el suegro.

De regreso, ella sintió algo que tenía en la cabeza y que se le pasó al otro lado. Pensaron que podían ser piojos. Luego «empezó a doblarse haz de cuenta cuando matamos pollo, como cuando matamos pollo y le ahorcamos de la nuca; igual le pasó y ella ya no habló. Fue muy fuerte lo que le tocó; lo único, que sí se le dobló el cuello y estiró un brazo y se le tapó el habla, ya no podía hablar.»

Alcanzó a llegar al hospital de Tracoma. El personal médico le dio medicamentos para la presión «y luego dijo el doctor que ya no se iba a poder ahí nomás. Ya no se va a poder curarla, aquí es mejor que la lleven al hospital regional». Pagaron un carro, pero Juana murió en el camino a San Cristóbal de las Casas.

05/MR/YT

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