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Señales electorales peligrosas

Por Sara Lovera

La participación de las mujeres en los espacios de la «real politik» se ha producido lentamente. En los últimos 50 años, desde que logramos el derecho a la plena ciudadanía, apenas hemos conseguido gobernar cuatro entidades de la República y no llegamos a 500 las legisladoras federales. Lo más grave es que tampoco se consiguió cambiar el rostro a la lucha por el poder.

En el año 2000, el Instituto Federal Electoral reconoció que las mujeres fuimos mayoría en el cuidado y operación de la jornada electoral, en las casillas y en la representación ciudadana, aún en las inspecciones del proceso el día de las elecciones presidenciales.

No obstante en el año 2000 las prácticas políticas inhibieron la votación femenina. Los contenidos de la contienda, entre Vicente Fox y Francisco Labastida, las formas como se hablaban, como discutían; los modos, las gesticulaciones.

Esa imagen caciquil compartida, al parecer no gustó a muchas ciudadanas. A otro sector esa imagen de machos contrastada con la calma y baja voz de Cuauhtémoc Cárdenas, era la indicada. Hay quién afirma que la actitud calmada y adusta de Cárdenas lo ha llevado al fracaso.

Desafortunadamente han sido de tal continuidad y permanencia las acciones de violencia política, desde muchas décadas antes del asesinato de Luis Donaldo Colosio, que las señales instaladas este año en el Estado de México parecen no hacernos despertar.

Primero la campaña agresiva de los partidos políticos; la campaña de posters y acusaciones contra Rosario Robles, dirigente del PRD; luego la encuesta sobre la pena de muerte, cuyo sustrato de «sólo violentando la vida será posible la seguridad ciudadana», las provocaciones, sin duda, del ejecutivo y la primera dama, y finalmente como no hubieramos imaginado, la acusación penal contra, Martha Sahagún de la dirección prisita del Estado de México.

Pero lo peor. El artero ataque a la presidenta del Instituto Estatal Electoral del Estado de México, María Luisa Farrara y las declaraciones del procurador de la entidad, Alfonso Navarrete Prida, diciendo que lo «único irregular» era eso, la intromisión de la primera dama.

Pero no es sólo un ataque artero, es sobre los senos femeninos de la presidenta donde se mandó la señal de la impunidad o de la reprobación a las prácticas que han traído a nuestra recién estrenada democracia electoral las elecciones avaladas por la ciudadanía, en eso, en procesos donde ya nadie organiza como antes las elecciones, sino que son las personas, los vecinos, las y los ciudadanos.

Es una señal lamentable la existencia de este triángulo de mujeres, Rosario, Martha y María Luisa, en el cual aparecen como las víctimas de un estilo de gobernar, de una forma de hacer política, de la violencia que parece consustancial a la lucha política y sobre ellas caiga el peso terrible de la intolerancia.

Entre ellas sólo Marta juega peligrosamente a no entender los mecanismos generadores de esa violencia. Estamos frente aun reguilete de consecuencias funestas, difícil de definir y de pronóstico peligroso.

Estas mujeres símbolo, protagónicas, con posiciones diversas de poder y responsabilidad, por otro lado, no se corresponden con el poder real, si consideramos la escasa promoción de las mujeres en las listas electorales del próximo 9 de marzo en que el Estado de México renovará presidencias municipales y congreso local.

Es lamentable y aleccionador. ¿Esto es lo que las mujeres queremos de la política? O ¿Dónde están las mujeres feministas denunciando que no queremos esa política? O ¿Estamos preparadas para ser cómplices de un proceso, éste y los 12 estatales y el federal, que se avecinan con esta carga de violencia? ¿O será que todo está preparado para inhibir la participación de las y los ciudadanos?. Estas señales son lamentables.

SL/MEL

       
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