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Romper el silencio, es la estrategia

Por Rosalinda Hernández Alarcón*
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Mañana, 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una vez más, se unen las voces de las mujeres a nivel mundial para exigir una vida libre de violencias.

Múltiples actividades alrededor de esta efeméride se han realizado durante el mes, en las que han conjuntado experiencias activistas y feministas de muy variada filiación. La mayoría de actos se dan a conocer a través de los medios, pero la opinión pública desconoce qué sucede con aquellas mujeres que dejaron de aceptar la violencia como una forma de relación normal que ejercen los hombres para controlar.

A ellas les cambia la vida cuando comprenden que tales actitudes provienen de una ideología patriarcal que deforma a los hombres para sentirse dueños de los cuerpos femeninos y mandamases en todas partes: en la casa, calle, centros de estudio y trabajo, entidades de gobierno, etc.

Escuché a un adulto joven decir: “y no se cansan de protestar, la violencia siempre ha existido”. Le respondo a él y a quienes piensan igual. La convicción para decir cero tolerancia a las violencias contra las mujeres, proviene de las reflexiones que apuntan a cómo la supuesta superioridad de los hombres es producto de malas crianzas y que su agresividad no es congénita, por tanto, son posibles los cambio de actitud.

Con base en esta categoría de análisis que da el feminismo, mujeres se han organizado para establecer legislaciones nacionales e internacionales a fin proteger a las mujeres de cualquier forma de violencia, castigar esos delitos y resarcir a las víctimas.

Quizás lo más valioso en estas décadas de lucha, es que mujeres de diferentes procedencias y edades han transformado su condición de víctimas hacia actoras políticas, renacen convencidas que tienen derechos, transmiten otra educación a sus hijas e hijos contraria a la que privilegia lo masculino, estudian y comparten conocimientos sobre otras formas de relación o bien crean redes de cuidado, se acompañan en la búsqueda de interpretaciones laicas, sonríen y bailan despojadas de la sumisión o el sentido de culpa que les inyectaron desde niñas.

Ver esos cambios es esperanzador. De igual manera, diariamente hay mujeres que salen del círculo de la violencia, por más complicado que esto sea. Hay quienes piensan que van en aumento las agresiones machistas, es difícil asegurarlo ya que las estadísticas todavía son parciales; lo que en verdad sucede es el incremento de denuncias, ahora provienen no sólo de mujeres empobrecidas sino de todas las clases sociales, incluso de personalidades.

Ello demuestra que ese tipo de impunidad se resquebraja y se refrenda la importancia de romper el silencio. Antes sólo las feministas eran quienes explicaban las raíces de la violencia contra las mujeres, ahora se ha hecho cotidiano que niñas y adolescentes se revelen a los malos tratos e incluso asuman actitudes para prevenir agresiones. Es verdad que todavía falta mucho por hacer, pero también es cierto: la condena a los hechos de violencia contra las mujeres es irreversible.

* Periodista mexicana, residente en Guatemala y coeditora de la publicación feminista LaCuerda.

17/RHA/LGL

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