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¿Quién teme a la desinformación?

Por Gilberto Meza

Las campañas de la derecha mexicana contra las políticas públicas de los sucesivos gobiernos nacionales siempre han existido; hoy lo novedoso es la comprobación del poco efecto que éstas tienen entre su propia feligresía.

Porque, contra lo que suele pensarse, el alejamiento del discurso de la derecha ha ido perdiendo la batalla frente a un Estado que, más allá del actual gobierno, responde a necesidades y compromisos internacionales, como los signados tras la conferencia de El Cairo sobre población y desarrollo, cuyo énfasis en la educación como método de control natal permitió que los avances actuales fueran posible.

El ejemplo más contundente es la encuesta que en julio del 2003 realizó Católicas por el Derecho a Decidir y cuyos resultados fueron dados a conocer el mes pasado, la que muestra datos inquietantes para la jerarquía católica.

Destacan, entre otras muchas cosas, que el 96 por ciento se los y las encuestadas se manifestaron a favor de que los servicios de salud pública ofrezcan métodos anticonceptivos de manera gratuita, así como su convicción de que las escuelas públicas incluyan cursos de educación sexual para alumnos y alumnas; que homosexuales y lesbianas cuenten con protección legal para evitar discriminación pública y privada; además de que los adolescentes tengan acceso a métodos anticonceptivos, incluyendo, desde luego, los tan aborrecidos condones.

Es decir que la inmensa mayoría de católicas aprueba el sentido y orientación de las políticas públicas que ha emprendido el Estado mexicano a lo largo de los últimos 30 años, desde la celebración del Año Internacional de la Mujer, en 1975, la que se realizó en nuestro país y en la cual México se comprometió a garantizar a las mujeres el ejercicio pleno de sus derechos.

Lo sorprendente es que las demandas que deja ver la mencionada encuesta contarán con una aceptación que va del 82 al 97 por ciento, lo que deja ver la enorme distancia que existe hoy en día entre los creyentes católicos y la jerarquía eclesiástica.

Es indudable que la permanencia del Estado laico (más de un siglo y medio) ha permeado entre una población que está hoy muy lejos de la Guerra Cristera de 1927, y más todavía de las posiciones fundamentalistas de la ultraderecha nacional.

Prueba también que antes que creyentes, la inmensa mayoría de católicos y católicas mexicanas prefieren considerarse ciudadanos, y que los riesgos de retorno al estado del súbdito que proclama la Iglesia se haya muy lejos de sus consideraciones, y explica en gran medida que la llegada al poder de un gobierno de derecha tiene que ver más con el hartazgo político que representó el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tras 70 años en el poder que con su convicción de que las respuestas a sus necesidades se hallaban en un giro hacia la derecha.

Si la izquierda no pudo, o no quiso, convertirse en catalizador de ese descontento, ese es otro problema.

En todo caso, lo que es a todas luces evidente es que ni siquiera contar con un gobierno tan abiertamente favorable a las políticas conservadoras, le ha servido a la derecha para impedir los cambios que promueve una sociedad madura y responsable.

De no ser así no estaríamos hoy hablando de esto.

04/GMT/MR

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