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Producción de rebozos de seda evita migración de mujeres

Por Soledad Jarquín Edgar

Los colores mágicos de la naturaleza, un proceso biológico que de insecto se convierte en materia prima; el conocimiento ancestral, las manos que sorprenden y el deseo de superarse, son algunos de los múltiples elementos que se unen en un lugar donde el aire huele a encino y flores silvestres, la tierra a esperanza y a veces a olvido. Son las habitantes de Cajonos que trasforman a las mujeres en mariposas con alas de rebozos de seda.

Es el cultivo de morera, que sirve de alimento para los gusanos de seda, que encapullado se convierte en hilos que se tiñen con los maravillosos colores de la naturaleza y, que en madejas son llevados a pequeños telares, para obtener rebozos que después son vendidos.

Todo ello es un proceso que de acuerdo con los técnicos y estimaciones de las propias artesanas, alcanza unos 100 días de espera, que les permiten obtener entre dos o cuatro mil pesos, dependiendo del color y la calidad del producto.

Es la sierra Juárez, los Cajonos donde, pese a los siglos, pervive la polémica de los ¿santos o traidores? Donde las montañas no se vencen y los caminantes buscan los caminos para resarcir el pasado, mientras otras y otros, los menos en algunos momentos, se quedan para mejorar la vida, encontrarse útiles, aprovechar lo propio, para no irse jamás.

Esperanza Zárate López, tiene poco de haber regresado de Estados Unidos, dejó de emigrar para asentarse en este corazón de Los Cajonos. Con el sueño de hoy, hace honor a su nombre. Ella, es una zapoteca con pruebas suficientes, con la lección aprendida de que lo mejor se que tiene en la vida está en la comunidad.

La presidenta del Comité Regional Cajonos, una organización que reúne a las tres comunidades: San Miguel, San Francisco y San Pedro Cajonos, explica que ancestralmente aprendieron a cultivar el gusano de seda, mediante una técnica introducida por los españoles en el siglo XVI y luego a tejer rebozos a los cuales se planea agregar diseños especiales.

Son siglos de conocimiento apenas visible y que hoy, señala Esperanza, tenemos que aprender bien y mejorar, porque estamos pensando que nuestros productos tienen que estar ante los ojos del mundo.

La producción de estos artículos que las mujeres lucen en fiestas, lleva al menos 40 días de trabajo permanente, que en las cuentas de los técnicos agrónomos, apenas se traduce en 25 rebozos por comunidad en un año.

En San Miguel Cajonos, municipio disminuido por su alta migración –se estima que viven sólo un 10 por ciento de las personas que nacieron ahí, y que familias enteras se han ido de este alto rincón de la Sierra Juárez-, Esperanza Zárate López, explica que el proyecto empezó con la siembra de moreras, árboles cuyas hojas son el único alimento de los gusanos de seda.

Luego viene la crianza del gusano, apenas dos crianzas durante un año, una en abril y otra en agosto, en plena época de lluvias. Con detalle explica que dependiendo del cuidado que se le de al «gusanito de seda» se obtienen los capullos, de ahí el esmero y la dedicación que se pone.

Después viene la cosecha de los capullos, para mediante un cocimiento artesanal, obtener la materia prima que se lava, seca y limpia. Se trata de madejas de hilos que a simple vista podrían compararse a la «estopa».

Estas madejas son devanadas de manera manual, con pequeños palitos que las mujeres hacen girar, mientras con la otra mano desenredan la seda, lo que hace muy difícil y dilatado el trabajo, por lo que ahora se ayudan con pequeños tornos eléctricos, buscando agilizar esta delicada tarea.

Así pasan los días las mujeres de estas comunidades, sin perder su tiempo, dando a su trabajo el toque mágico de convertir una cosa en otra, una industria de la transformación que no es vista.

Los rebozos de Cajonos en colores añil, turquesa, púrpura, amarillos y naranjas exóticos, toman sus colores de la naturaleza de los árboles como el encino, el palo de águila, palo de Brasil, palo de Campeche, flores como pericón, cempasúchil, bugambilia, muitle, añil y grana chochinilla.

Este nuevo proceso, sería un segundo tiempo artesanal, también delicado y que concluye con un arcoiris de colores naturales, especiales, sólo posibles en este medio, en estas montañas de bosques de encinos.

Y finalmente el rapasejo o el tejido especial que se da en las puntas de cada rebozo y que nuevamente requiere de un diseño que se traza en cada mente y que se convierte en realidad entre las manos de las mujeres artesanas.

Tanto Esperanza Zárate López, como Esperanza Flores Domínguez, de Santo Domingo Xagacia, otra comunidad cercana a Cajonos que se involucrada en este proceso, coinciden en que han mejorado su calidad de vida.

El cambio no es sólo en lo material, pues mientras la primera considera que esta es una forma de detener la migración, la segunda dice que ello significó la posibilidad de descubrirse como persona, capaz de contribuir económicamente y darse cuenta de lo bien que se siente.

Esperanza Flores cuenta que en primer lugar tuvo que asistir a un curso de capacitación para aprender el proceso de cocimiento de los capullos, del cual obtienen las madejas de seda, «la primera vez que lo hice sola y me salió bien, tuve una sensación diferente, fue algo muy importante para mi».

La mujer serrana de cuatro hijos y 37 años de edad, no puede ocultar su satisfacción, está contenta y llena de ilusiones nuevas, «que iba a pensar que así sería, una esta acostumbrada a lo de siempre y de pronto descubres que puedes hacer cosas diferentes, pues estoy motivada».

Hay mucho por hacer dice Esperanza, la presidenta del Comité Regional, que favorece a unas 45 mujeres y hombres de las tres comunidades. Todavía hay que avanzar, producir más, tener mayor rendimiento, necesitamos espacios adecuados para la crianza de los gusanos, garantizar una buena producción de rebozos y luego, lo que sigue, vencer los retos que nos impone la comercialización.

Y es que –apunta la entrevistada- obtener un rebozo tiene un proceso de elaboración de 40 días-, tiempo al que hay que agregar otros meses para su venta. Es decir desde el inicio hasta el final pasan 100 días de espera, una espera que a veces se vuelve lenta, muy lenta, pero que se tiene que vencer para lograr los sueños.

Así que ya sabe, cuando tome un rebozo de seda en sus manos, con sus colores añil, púrpura, turquesa, amarillos y naranjas exóticos, piense en el esfuerzo de las comunidades serranas, en que también usted al comprarlo a su precio real contribuye a evitar la migración, sostienen las mujeres de Cajonos.

2004/SJ/GV/SM

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