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Presentan libro histórico sobre el voto femenino

Por Gustavo González López

Para la diputada federal, Marcela Lagarde y para el presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), el libro La Verdadera Historia de la Ciudadanía de las Mujeres es una lección de civilidad por lo que deberían de imprimirse millones de ejemplares y repartirlos entre todas las habitantes del país.

Y no es para menos. La obra coeditada por la Federación Mexicana de Mujeres Universitarias (Femu), la LVIII Legislatura de la Cámara de Diputados y la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), muestra hechos inéditos de la otra cara de la historia: la feminista.

Patricia Galeana hace uso de un lenguaje sencillo, ameno, pero preciso y bien documentado, para mostrarnos que «hasta hace pocos años, la historia de las mujeres en México ha sido una historia olvidada. Por ello mucha gente ignora que, también en nuestro país desde los inicios de la vida independiente, hubo mujeres que demandaron sus derechos».

Como antecedente de los movimientos feministas en México, cabe recordar la carta de las mujeres zacatecanas al Congreso Constituyente de 1824, en la que reclamaban ser reconocidas como ciudadanas. «Lamentablemente pasaría más de un siglo para que su demanda fuera satisfecha», agregó Galeana.

La historiadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) precisa que «13 naciones latinoamericanas reconocieron la ciudadanía de su población femenina antes que México. Esto muestra la persistencia de una tradición autoritaria y antidemocrática. No puede haber una democracia ahí donde la mitad de su población no cuenta con sus derechos políticos».

Para Galeana «La población femenina ha participado activamente en la construcción de México, trabajando sin descano en la crianza, en las labores domésticas, con el cuidado de todos los miembros del núcleo familiar; y fuera de su casa, en el campo, cultivando la tierra que nunca les pertenecía por su condición de mujeres o en las fábricas, principalmente las de textiles, recibiendo paga inferior a la de sus compañeros trabajadores, por el mismo trabajo».

Por ello, las mujeres mexicanas encabezaron movimientos sindicalistas desde el siglo XIX, como el de las saraperas en Puebla o el de las cigarreras en la Ciudad de México, agregó.

Otra de las autoras, Silvia González Marín encontró a través de la investigación, que «(…) el movimiento de mujeres (…) le pidió al presidente (Lázaro Cárdenas) los derechos ciudadanos, entre otros el derecho al voto. No solamente votar, sino también ser elegidas para ocupar cargos de elección popular. La discusión se abrió cuando Cárdenas envió a la Cámara de Diputados la iniciativa de ley, después de haber recogido estos sentimientos como un derecho de igualdad entre hombres y mujeres, para que éstas adquirieran todos los derechos ciudadanos».

Pero «(…) Cárdenas prefirió guardar la iniciativa y no publicarla en el Diario Oficial, perdiéndose la oportunidad de que la mujer obtuviera el derecho al voto. Se comentó mucho por esos días que Cárdenas apuntó tan bien que mató dos pájaros de un tiro: por un lado, aprovechó la expropiación petrolera para que las mujeres no se sublevaran y empezaran las dificultades, y por el otro, estaban en puerta las elecciones de 1940, en que la oposición se había organizado para presentar como candidato a un empresario millonario».

En este texto, Enriqueta Tuñón Pablos habla de que «al otorgar los derechos políticos a las mujeres, atrajo a un mayor número de votantes y, de esta manera, el gobierno creó una plataforma de apoyo para la consolidación del sistema y la legitimación de su poder».

Las mujeres agradecidas podían convertirse en incondicionales del régimen, lo cual era importante porque en las elecciones de 1952 la oposición había alcanzado un porcentaje alto en las votaciones, por lo que el PRI necesitaba fortalecerse, agrega la coautora.

«Efectivamente, el PRI aumentó notablemente el número de sus afiliados. Para 1954, de los 3.5 millones de militantes, el 35 por ciento, o sea, un poco más de la tercera parte de los prisitas, eran mujeres», agrega el libro.

En las elecciones de 1952, el candidato oficial obtuvo el 74.32 por ciento de la votación, mientras que para las elecciones de 1958, Adolfo López Mateos obtuvo el 90.56 por ciento del total de los votos. Así que las cifras comprueban que al sistema político mexicano le redituó conceder el voto a las mujeres para consolidarse plenamente.

Por lo anterior, académicas, intelectuales y políticas, hacen suyo el reclamo de la diputada Enoé Uranga Muñoz, de que «la deuda con ellas nos llama a darles la voz en estas curules, a devolverles el legítimo mérito que ahora se les quiere arrebatar, a entender su momento. A ellas y a todas las que antes de ellas se atrevieron a tomar la palabra, a pesar de no tener permiso…», después de 50 años de conseguir sufragar.

2003/GG/MEL

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