El próximo 30 de marzo, la confederación latinoamericana y del Caribe de las trabajadoras del hogar demandarán la reflexión y compromiso de todas las autoridades que tienen la responsabilidad de hacer cumplir los derechos laborales y humanos de ese gremio.
En 1981, tuvo lugar en Bogotá el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano que propone redescubrir el papel social y económico de las mujeres a través del trabajo doméstico. Desde entonces, cada 30 de Marzo, celebramos que la empleada del hogar es una trabajadora digna con derechos.
¿Por qué los llamamos sirvientes, muchachas, ayudantes, chachas y no trabajadoras, porqué la democracia se detiene en la puerta de la casa y no existe hacia adentro, donde todavía muchas mujeres sufren discriminación, violencia y desprecio en su propio lugar de trabajo?
En México, son 1 millón y medio de trabajadoras domésticas, es decir una tercera parte de la población activa femenina, tienen entre 14 y 60 años de edad y una gran parte de ellas provienen de algunas comunidades indígenas, o de las colonias pobres del Distrito Federal.
El trabajo doméstico es una actividad de mayoría femenina; en efecto, las normas sociales (y no naturales) dejan al hombre el espacio público y a la mujer el privado de la vida cotidiana. Por lo tanto, es el momento reconocer el valor del trabajo doméstico y los derechos de sus empleadas.
Si reunirlas es todo un reto, existen varias asociaciones civiles que actúan en este sentido, entre otras Atabal. Sus reivindicaciones son varias: la promoción de una relación laboral empleada/empleador, el acceso a la seguridad social y prestaciones, el pago de los días festivos y la jornada de 8 horas.
A pesar de algunos progresos, y de acuerdo con Patricia Hernández del colectivo Atabal, el reconocimiento económico, político y social de las empleadas del hogar no podrá ser alcanzado sin la modificación de la Ley Federal del Trabajo.
06/CF/LR