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Matilde Hidalgo, la pionera que abrió el voto para las mujeres en Ecuador

Por la Redacción

En una época en que las mujeres ecuatorianas no podían votar, Matilde Hidalgo rompió la regla. En los comicios de 1924 concurrió a sufragar. De esta forma se convirtió en la primera mujer votante de Ecuador. Hoy, esta gran rebelde es reconocida como la pionera de pioneras en ese país.

Para lograr su cometido, en 1924, Matilde Hidalgo acudió a los Registros Electorales del cantón de Machala para inscribirse, aprovechando un resquicio legal que no prohibía expresamente el sufragio a las mujeres. Sorprendido, el presidente del Consejo Electoral solicitó la autorización al Consejo de Estado, quien al no encontrar ningún impedimento legal, ordenó su inscripción.

El gesto de Matilde Hidalgo permitió que, en 1929, Ecuador se convirtiera en el primer país de América Latina que otorgó el derecho de sufragio a las mujeres.

El deber de la mujer

Matilde Hidalgo nació el 25 de junio de 1889 en Loja. Afrontó muy tempranamente la muerte de su padre, lo cual llevó a la familia a una situación económica precaria. Su madre, Carmen Navarro, una mujer adelantada para su época, trabajó duramente como costurera para mantener a sus seis hijos.

El primer gesto de rebeldía de Matilde fue la decisión de seguir estudios secundarios, para lo cual solicitó ser admitida en el colegio de varones Bernardo Valdivieso. En esa época las mujeres sólo tenían derecho a instrucción primaria. El director del colegio se tomó un mes para pensarlo; finalmente, accedió.

El hecho causó el efecto de una bomba en la pequeña ciudad de Loja. Las amigas de Matilde dejaron de frecuentarla por prohibición expresa de sus madres. Que en 1909 una mujer estudiara para ser bachiller era contradecir las normas establecidas. La Iglesia católica amenazó con excomulgarla. Fue obligada a escuchar misa dos pasos fuera del pórtico de la iglesia.

Doña Carmen Navarro afronta la situación con gran coraje. Su apoyo es incondicional, al punto de enfrentar a toda la sociedad de Loja, que llama a su hija «loca endemoniada.» La resistencia de la joven de 18 años es admirable, tiene que soportar a diario las burlas de sus compañeros de bachillerato. Se refugia en la poesía para expresar su disconformidad con las normas que le impone la sociedad.

Su poema El deber de la mujer es una suerte de decálogo para incitar a la rebeldía.

«No contentarse tan sólo
con el rosario en la mano
y el breviario del cristiano
querer la vida pasar…

Es preciso al pensamiento
remontarlo a las regiones
donde se hallan instrucciones
que la ciencia suele dar…

Es preciso abrirse paso
entre envidia y mezquindades
y burlando tempestades
dedicarse ya a estudiar.»

Primera médica

La vida de Matilde Hidalgo estuvo marcada por romper aquellos muros que eran infranqueables para las mujeres de su época. El segundo al que se enfrentó fue la universidad.

Su meta, al terminar el bachillerato, fue estudiar la carrera de medicina. Pero, a comienzos del siglo XX las puertas de la universidad seguían cerradas para las mujeres ecuatorianas. La Universidad Central de Quito le niega el ingreso, pero persiste hasta que logra que la Universidad del Azuay de Cuenca la admita.

Nuevamente es objeto de rechazo social. Cuenca es una ciudad tradicionalmente católica y conservadora. Recibe insultos en las calles y burlas de sus compañeros de carrera. Sin embargo, el 29 de junio de 1919 se gradúa con honores y recibe el título de Licenciada en Medicina. Será la primera médica de Ecuador. Más tarde, en 1921, la Universidad Central de Quito, que la había rechazado, le confiere el título de Doctor en Medicina.

Primera concejala y diputada

Otros muros esperan a esta pionera. Al contraer matrimonio con Fernando Procel fija su residencia en Machala, donde ambos ejercen la docencia. En 1923 asume el cargo de vicerrectora del Colegio Nueve de Octubre. Posteriormente, al trasladarse a Quito, ocupa el cargo de médica catedrática en la Escuela Normal Manuela Cañizares.

Después del episodio de su inscripción en los registros electorales en 1924, Matilde será la primera concejala del cantón de Machala y en 1941 presenta su candidatura a diputada por Loja. Lo hace respaldada por el Comité Pro Doctora Matilde Hidalgo, conformado por un grupo de mujeres dispuestas a realizar una gran campaña para lograr su elección.

Pero el camino sigue empedrado. Luego de su triunfo, recibe la desagradable noticia de que su nombre no figura en las listas de diputados electos del Partido Liberal. Ha sido colocada como primera suplente. El mundo de la política masculina no está preparado para recibir a una mujer. Esta situación indigna a las mujeres que apoyan su candidatura.

Centenares de firmas femeninas, probablemente muchas provenientes de antiguas amigas y compañeras que en el pasado la rechazaron, exigen que se revierta esa medida, «en nombre de la justicia», ya que es fundamental tener «una voz femenina que defienda nuestros derechos en el Parlamento, pospuestos injustamente por sociedades constituidas por la prepotencia viril.»

En adelante, nada detendrá a las nuevas generaciones de mujeres. En las siguientes décadas, otros nombres y hechos darán continuidad a la herencia dejada por Matilde Hidalgo, cuyo compromiso por la causa de las mujeres nunca decayó. Su muerte acaeció en 1974, a los 85 años de edad.

2003/MH/AR

       
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