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A la huelga

Por Cecilia Lavalle*
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¿Qué pasaría si un día cualquiera las mujeres de su ciudad o de su estado o del país se pusieran en huelga?

Imaginemos ese día: Las mujeres se levantarán muy temprano, y simplemente se vestirán para salir a encontrarse con otras mujeres en la calle o la plaza pública, donde pasarán todo el día, platicando, cantando, reflexionando, debatiendo.

Nada de despertar a las niñas y niños para ir al colegio. Nada de dar biberón y cambiar pañales. Nada de preparar desayuno. Nada de hacer las compras, preparar la comida, limpiar la casa, cuidar al familiar que padece alguna enfermedad.

Nada de trabajar en el banco, supermercado, hospital u escuela. Nada de ir a la empresa, la fábrica o el campo. Nada de cumplir con labores gubernamentales, secretariales, docentes… ¿Puede imaginar qué pasaría?

En Islandia no se lo imaginaron. ¡Lo llevaron a cabo!

Un 24 de octubre de 1975, en esa isla que entonces tenía poco más de 200 mil habitantes, 90 por ciento de las mujeres se pusieron en huelga.

Las organizadoras buscaban visibilizar la enorme cantidad de trabajo que hacían las mujeres y las desiguales condiciones en las que lo hacían. Y convocaron a lo que llamaron “El Día libre de las Mujeres”, aunque pasó a la historia como “Viernes largo”, porque bancos, fábricas, escuelas, tiendas, guarderías, oficinas gubernamentales y un largo etcétera tuvieron que cerrar. Islandia se paralizó. Y todo cambió. Hoy es el país con más igualdad de mujeres y hombres.

Por eso, colectivos feministas de medio mundo convocaron por segunda vez a la huelga de mujeres el 8 de marzo.

La intención no es sólo hacer evidente todo el trabajo que hacemos las mujeres y las desiguales condiciones en que lo hacemos. Es exigir acciones claras y contundentes para que cesen las violencias en nuestra contra.

¿A quién le exigimos? Al Estado, claro, pero también a nuestros compañeros, colegas, amigos, hermanos, padres. La desigualdad, discriminación y violencias que vivimos tiene muchos cómplices por acción u omisión.

En nuestro país las mujeres trabajan diariamente en promedio cinco horas más que los hombres en tareas del hogar, y ganan 19 por ciento menos en el ámbito laboral remunerado.

En la toma de decisiones gracias a la obligatoriedad de paridad en cargos de elección popular, en promedio 40 por ciento de las curules de los Congresos estatales están ocupadas por mujeres. Pero sólo hay una gobernadora y menos del 14 por ciento en las presidencias municipales.

En otros ámbitos nuestra presencia es casi invisible. Apenas el mes pasado, por primera vez fue nombrada una Vicegobernadora en el Banco de México, ¡fundado en 1925!

Y si de violencia se trata los números son de pavor. En promedio, una de cada dos mexicanas vive violencia en su hogar; una mujer es violada cada cuatro minutos y siete son asesinadas diariamente.

¡Eso tiene que terminar! Porque no hay manera de construir un país en paz si la mitad de su población vive todos los días una guerra, de alta o baja intensidad.  

¿Qué pasaría si 90 por ciento de las mujeres de nuestro país nos ponemos en huelga por un día?

Si la realidad no cambia, un soleado día lo sabremos.

*Periodista de Quintana Roo, feminista e integrante de la Red Internacional de periodistas con visión de género.

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

18/CL/LGL

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