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La erotización del cuerpo femenino Parte I

Por Argentina Casanova*
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Ya sea bajo la violencia, la dominación o el subyugamiento, el cuerpo femenino es atravesado en la escena pública por la erotización en lo público de estas tres condiciones que derivan en tres formas de “entender” el placer y la identidad sexual femenina, lo que ha llevado a la construcción social de una imagen sobre lo que es ser mujer y las formas de experimentar el placer desde una óptica patriarcal.

¿Por qué es importante entender estas formas de erotización del cuerpo femenino y en qué consisten?

Por un lado, la erotización de la dominación que se representa en el cine, el arte, la moda e incluso en el amor romántico en el que la mujer dominada es el ideal de la construcción social, como un sujeto pasivo que de esa forma y bajo esta circunstancia encuentra placer, pero también su propia condición.

El subyugamiento sexual, el subyugamiento social, la mujer “eterna menor de edad” que requiere la conducción y que incluso en el plano sexual ha de ser conducida y guiada, bajo su propia voluntad que cede ante el deslumbramiento del poder económico, social, físico o intelectual de un hombre.

La subyugación alcanza sus máximos niveles en la publicidad como un mecanismo para la consecución de fines que los varones tengan respecto a las mujeres, así un anuncio de un anillo matrimonial es capaz de “abrir las piernas de una mujer”, de la que solo es visible el tamaño de la piedra, representación del poder que alcanza el hombre y que ejerce sobre una pasiva sin voluntad, maleable y deslumbrada.

La violencia es otra de las experiencias que atraviesan la sexualidad y que al erotizarse se convierten en un elemento más de estímulo y forma de aproximarse al cuerpo femenino, escenas de películas, publicidad, la construcción de una pornografía que sublima la violencia como una forma de experimentar el placer para las mujeres que son así subyugadas y dominadas en su “rebeldía”.

Durante los años 80 y 90, incluso a principios del nuevo milenio, tanto la música como la moda encontró en estas tres líneas la aproximación a la sexualidad femenina que de esta forma construye su propia identidad, es decir, en el imaginario femenino se depositó la idea de que ver una escena de subyugamiento, dominación y violencia era la forma de experimentar el placer y el disfrute de una erotización permeada por estos elementos.

No debe sorprendernos que, con este contexto, lo que haya ocurrido es que tenemos una sociedad en la que los hombres atravesados por su noción patriarcal de la sexualidad femenina creen que es mediante estos tres elementos como se construye el placer femenino, alentando así a una idea pública de que la violación es parte de esa forma.

La moda contribuye en gran medida a esta condición cuando en la publicidad o por sí misma explota y explora cualquiera de estas tres formas de erotización, ya sea mediante el uso de elementos del sadomasoquismo (cuero o estoperol, por ejemplo).           

Así como el lenguaje, no hay vestimenta “inocente” y la ropa es lo mismo representación de la condición de subyugamiento cuando infantiliza a las mujeres que condición de dominación con corsés que sujetan el cuerpo, lo constriñen y prácticamente tienen “maniatada”, modas que las mujeres asumimos y difícilmente podemos separar de los gustos porque así hemos crecido, siendo educadas en la vestimenta sexy con una vía para la aprobación.

La ropa, la postura e incluso la forma de interacción social de las mujeres genitales o socialmente construidas está determinada desde estas formas de atravesar la sexualidad, cuestionarlo, deconstruirlo e interpelarlo desde un extrañamiento crítico es y ha sido una de las preocupaciones e intereses principales de las mujeres que deciden abandonar la posición pasivo-receptiva de estas formas de erotización.

Transitar hacia una conciencia de la erotización basada en la dominación, el subyugamiento y la violencia implica uno de los mayores retos que afronta el ser mujer, no se trata de pretender que abandonemos de un día a otro toda la ropa, las películas, los vídeos musicales y la publicidad que hace apología a esta construcción de la violencia, sino de tomar conciencia y entender lo que hay detrás de una imagen hecha desde el afuera-patriarcal y que es impuesta a las mujeres como un estándar imitable como única forma de ser.

Ser “mujer” es distinto a ser el producto inventado-impuesto desde el patriarcado, las mujeres apenas estamos descubriendo nuestro yo, debajo de todas las máscaras y corsés impuestos desde el patriarcado. Reproducir ese ser mujer sin ningún cuestionamiento, es reproducir la invención del patriarcado.

No es imitar el ser mujer-patriarcal lo que necesitamos, es inventarnos una nueva forma de serlo.

18/AC

* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche

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