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Infancia mexicana, víctima de estrés: UNAM

Por la Redacción

El aumento constante del número de niños con estrés en las grandes ciudades, como México, es un problema que de no ser atendido a tiempo, puede provocar un importante desajuste socio–emocional de los menores, afirmó Carmen Alicia López, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM.

Destacó que no sólo los adultos están sometidos a constantes presiones, los pequeños también enfrentan situaciones difíciles provocadas por diversos factores: exigencias cotidianas familiares, incremento de responsabilidades escolares, conocimiento y reproducción de hábitos familiares, pérdidas o por sentirse amenazados, añadió.

El estrés, indicó, es percibido de forma distinta por cada grupo de edad, lo cual quiere decir que cada individuo reacciona de manera particular. Los infantes pueden encarar sucesos conflictivos en diversas etapas de su desarrollo y ello puede ser benéfico si a partir de estas experiencias aprenden a afrontar los retos de la vida diaria, consideró.

No obstante, aclaró, en ocasiones se presentan hechos que rebasan sus capacidades. Es entonces cuando muestran conductas consideradas negativas por los padres y que, sin embargo, pueden ser signos de alerta, como irritabilidad, somnolencia, dificultades para comer, temores, inadaptabilidad a cambios de rutina y en el apego a personas, ansiedad, hiperactividad, retrasos en el habla, en aprender a caminar y negación a dejar el biberón; así como orinarse en la cama (enuresis) o defecar en los calzones (encopresis).

La psicoanalista reiteró que los efectos de esta opresión excesiva varían de una persona a otra, por lo que cada sujeto puede mostrar síntomas específicos o estilos individuales para manejarlo.

En términos generales, durante los primeros años de vida la tensión es generada por el ambiente familiar y la relación que establece el menor con el entorno. Más tarde, cuando se incorpora a la educación formal surge una combinación de factores nucleares y sociales, la cual incrementa las posibilidades de que se sienta incómodo, mencionó.

Por desgracia, refirió, muchas veces los progenitores confunden esta situación con mala conducta y origina que cuando tienen entre seis y ocho años manifiesten trastornos por déficit de atención, depresión e incluso sentimientos de fracaso. Normalmente, los pediatras son quienes detectan esta angustia y la mayoría de las veces los envían con terapeutas.

Datos del Instituto Mexicano de Psiquiatría revelan que el trastorno depresivo mayor afecta a 2 por ciento de los niños y de 4 a 8 por ciento de adolescentes en el mundo. Como se observa, de no ser atendido en sus primeras fases, esta alteración progresa. La incidencia es similar entre sexos durante la infancia, pero afecta más a las jóvenes púberes a razón de 2 a 1.

Los niños presentan más sintomatología ansiosa, quejas somáticas y alucinaciones auditivas, así como problemas de conducta e irritabilidad. Entre 6 y 10 por ciento de los menores y adolescentes con la afectación pueden desarrollar depresión crónica, que puede ir acompañada de hipotiroidismo, lupus eritematoso, enfermedades neurológicas, anemia, diabetes y epilepsia.

Por lo regular, señaló Carmen Alicia López, lo más indicado en estos casos es la terapia de juegos, la cual constituye un medio eficaz para ayudar a los infantes a afrontar sus problemas y expresar sus preocupaciones, precisó. Esta técnica es utilizada únicamente en esta etapa, pues las actividades lúdicas son una de las principales formas de comunicación y entendimiento de los pequeños.

En la etapa adulta se buscan otros métodos, pues se les considera capaces de utilizar correctamente el lenguaje como forma de introspección.

La convivencia tiene como objetivo principal que sean capaces de descubrir y resolver conflictos, y puedan comprender y hacer frente al mundo real. Controladas por el terapeuta, las expresiones pueden identificar aflicciones y brindar respuestas a las situaciones que vive, subrayó.

En este tratamiento, destacó, también es importante la participación de los padres, quienes muchas veces resultan ser el origen del estrés y, por lo mismo, también deben someterse a una terapia que les ayude a afrontar sus propios problemas y a sensibilizarse con la situación de sus hijos.

Aunque la mejor forma de evitar la preocupación en sus vástagos es involucrarlos en alguna actividad deportiva, cultural o recreativa; ello con el fin de que no pasen tanto tiempo en actitud pasiva, viendo la televisión o manipulando algún videojuego, concluyó.

2005/SM

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