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Explotan empresas el miedo a la soledad y la búsqueda del amor

Por María Elena López Segura

Las tensiones cotidianas, falta de empleo y dinero, exceso de compromisos y poco tiempo para la vida privada han hecho surgir un jugoso negocio que explota dos de los sentimientos más contradictorios de la humanidad, el miedo la soledad y la búsqueda el amor.

Es la «industria del amor» que lleva a millones de personas a buscar en páginas de Internet, anuncios clasificados en diarios y revistas y hasta en mantas colocadas en las principales vialidades de las grandes ciudades eso que todos quieren pero nadie se atreve a confesar: una pareja para compartir el pan y la sal, o quizá sólo sexo ocasional con los riesgos que entrañan las citas a ciegas o acudir a bailes donde todos son desconocidos.

Sin ninguna regulación sobre sus actividades, estas empresas inundan los anuncios clasificados de los principales diarios de México y sobre todo de Internet, donde se ofrecen desde servicios sexuales con mujeres vírgenes menores de edad, hasta páginas especializadas en las que la buscadora o el buscador de amor pueden colocar su fotografía y un pequeño texto con sus datos generales.

Pero la explotación de la soledad llega a mucho mas y también existen en la Web sitios para practicar el llamado «sexo virtual», en el que por medio de cámaras digitales conectadas a la computadora los participantes pueden observar cómo la persona que está del otro lado se masturba mirando a «su pareja» hacer lo mismo.

«Ligar» en Internet o conocer a alguien por medio de un anuncio clasificado no es siempre seguro. Tal es el caso de «María», una mujer de edad madura que en la búsqueda de una pareja concertó una cita con un hombre que conoció en un servicio de conversación en tiempo real (chat), sólo para ser asaltada.

«Llegué muy emocionada a la cita, nos habíamos quedado de ver en un café del sur de la ciudad y yo llevaría un vestido negro. Lo malo fue que hasta le dije que coche traía para que me encontrara más rápido. Ni siquiera me pude bajar, cuando me estacionaba un hombre se me acercó, y como respondía a la descripción no desconfié. Cuando me di cuenta me apuntaba con una pistola, me obligó a bajar del auto y se lo llevó».

Avergonzada y frustrada, María no sabía si poner una denuncia. Finalmente acudió a las autoridades para reportar el robo del auto nada más. «Primero muerta que admitir que caí en una trampa por andar buscando pareja», relató la mujer visiblemente perturbada por el incidente, que pudo haber sido peor.

Y también están los famosos bailes. «Lidia», estudiante de 18 años acudió a uno con unas amigas «sólo por curiosidad». La entrada cuesta 100 pesos y la cita es en un estacionamiento acondicionado con sillas, una manta por si llueve, música a muy alto volúmen y luces. Ahí conoció a Pedro, quien fue su novio durante seis meses.

«Salimos casi todos los días desde el baile, yo soy muy tímida y eso a él le gustaba, pero siempre me estaba molestando porque fui a ese baile a buscar pareja. Me decía que seguramente no era la primera vez y me celaba mucho por eso. Acabamos cortando pero yo quedé muy lastimada de esa relación», relató «Lidia».

¿EL QUE NO ARRIESGA NO GANA?

¿Qué ha llevado a las personas a arriesgarse así?. Para el doctor Luis Oblitas, subdirector académico de Investigación del Instituto de la Pareja el problema está en la concepción que tenemos de la soledad.

«A muchas personas la soledad vista como vacío les crea mucho ruido y desestabilización que los impulsa a hacer cosas para remediar esa situación. Caen en las adicciones, en conductas sexuales inseguras, compras compulsivas».

Entrevistado en la sede del instituto, el experto asegura que hemos sido educados para ver a la soledad como un estigma y por eso reaccionamos mal ante ella.

«Ante la soledad hay dos opciones, una es quedarse impotente, sin saber qué hacer ante ella y entonces permites que te domine y cause estragos. La otra es afrontarla, hacer algo como buscar un apoyo social, el apoyo de amistades, eso te da recursos para asimilarla. Otras personas buscan refugio en el arte, en la literatura, pero muchas otras recurren a las adicciones para llenar su tiempo, sus vacíos y todas las adicciones son peligrosas», advirtió.

Ni la familia ni la escuela preparan a las personas para afrontar situaciones personales de carácter sicosocial que pueden causar mucho dolor y sufrimiento. Además de cumplir con la función de enseñar conocimiento, la educación debería incluir herramientas para saber cómo lidiar con situaciones extremas que a veces llevan al ser humano a tomar decisiones terribles, como el suicidio, agregó.

«Las tasas de depresión y suicidio están aumentando lo que indica que esa función de la familia esta fallando, la parte de preparar a las personas sicológicamente fuertes para poder afrontar estos embates es algo que no se prevé», advirtió.

PAREJAS EN CRISIS

La relación de pareja cada vez hace más crisis por varias causas, por ejemplo asistimos a cambios en los roles en función del género, hemos visto que la mujer se inserta en el medio productivo, cambia sus funciones y sus roles, pero esto es sólo una parte del problema.

Otro aspecto es la parte sicológica. La relación de una pareja saludable es de respeto, aceptación, apoyo, complemento, en la cual ambos crecen, tienen intereses comunes, respetan las diferencias y los espacios del otro, pero también respetan los tiempos, sobre todo el apoyo para el desarrollo tanto individual como social, el tener esa percepción es lo ideal para evitar las crisis, asegura el especialista.

Oblitas informó que ocho de cada 10 parejas terminan separadas sicológicamente e incluso llegan a veces al divorcio, lo que deja secuelas a todos los miembros de la familia.

Esa desatención hacia lo que ocurre en la pareja puede estar motivada por exceso de trabajo, tensiones que dificultan la convivencia y la deshumanización que viven las parejas respecto a satisfacer sus propias necesidades y las del otro, dijo.

Tenemos la tendencia a cultivar más las necesidades externas que las sicológicas, estéticas, espirituales por eso la pareja hace crisis, vive más para satisfacer esas necesidades superfluas y externas que para el cultivo de una relación humanista, cálida, espiritual, algo que vaya más allá de lo meramente material.

«Creo que si viéramos la relación de pareja como algo distinto a lo que se ve habitualmente, una relación obligatoria, de satisfacción o de autoritarismo, dominio o satisfacción de necesidades neuróticas no habría tantas separaciones ni tantas crisis», concluyó el experto.

MEL/LLH

       
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