Una mujer musulmana defensora de los derechos humanos fue distinguida hace unos días con el Premio Nobel de la Paz, se trata de Shirin Ebadi.
Pero la misma semana una mujer que también defendía los derechos humanos de los pueblos indígenas fue asesinada en el sureño estado mexicano de Oaxaca. Las contradicciones de la vida que revelan, como el agua clara, el nivel de nuestra «avanzada» sociedad humana.
La noticia del asesinato de Estela Ambrosio Luna se suma a los otros homicidios ocurridos en México: Digna Ochoa, también en octubre pero de 2001, y Teresa Griselda Tirado Evangelio, ocurrido en una comunidad de Puebla en agosto de este año, y que para vergüenza nacional son tergiversados y acaban en «suicidios».
El pasado lunes, cuando se conoció el asesinato de Estela Ambrosio en Cerro Cantor, en San Agustín Loxicha, la Asamblea General de la Coordinadora Estatal de Productores de Café de Oaxaca (CEPCO) emitió un comunicado y exigió el esclarecimiento del homicidio.
Dicen que las comparaciones son estúpidas, pero son necesarias, hace poco menos de dos meses murió asesinado el diputado Carlos Sánchez, la presión política se sintió y en poco tiempo hubo alguna respuesta a la demanda de justicia.
En el caso de Estela, la actitud de un funcionario de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) ha sido lamentable.
No sólo por la dilación con la que actúan sino porque descalifican el trabajo de la defensora de derechos humanos, pues para el subprocurador Regional de la Costa, Marcos Martínez Guzmán, Estela no era defensora de derechos humanos sino «una promotora de salud», cosa que no es del todo verdadera y, por otro lado, preguntaría ¿acaso el derecho a la salud no es un derecho humano? En fin, su terrible declaración no muestra sino una clara ignorancia.
Estela Ambrosio Luna, señala el primer comunicado emitido por CEPCO, se había caracterizado por su lucha en defensa de las mujeres indígenas zapotecas de su región y era productora de café orgánico, representante de su organización ante los compradores del comercio justo en Alemania y destacó por su incansable lucha después de que los caficultores perdieran sus tierras de cultivo tras el paso del huracán Paulina.
Josefina Aranda, asesora de CEPCO ha calificado este crimen como una afrenta a la unidad de las mujeres cafetaleras en esa zona marginada y violenta. Ellas sabían que corrían peligro por su participación en la casa de salud de la comunidad, pero no podía concebir que pudieran atentar contra su vida porque su tarea era defender el derecho de unas 200 cafetaleras (Jessica Cecilia Martínez/CIMAC).
Es lamentable la muerte de Estela, por todas las cosas sueltas que dejan para mañana los funcionarios públicos, porque la advertencia y la prevención nunca han sido sus estrategias políticas, el titular de Salud en Oaxaca, Rafael Aragón Kuri había sido advertido del enfrentamiento con el coordinador médico de la zona, cuyo nombre no se da a conocer, según el administrador de San Agustín Loxicha, Gilberto Romo Jiménez.
Hoy ya no hay nada que remediar. La Secretaría de Salud omitió un problema que pudo resolver a tiempo y la PGJE descalifica el trabajo de la defensora, en una absurda pretensión de reducir el efecto político de este asesinato. Sólo falta que este avezado funcionario público salga con que fue un suicidio, como pasó con Digna Ochoa.
Así, mientras tendríamos que celebrar esta semana por el triunfo de Shirin Ebadi al alcanzar el Premio Nobel de la Paz, la historia humana vuelve a ser gris por el asesinato de Estela Ambrosio Luna, defensora de los derechos humanos de las mujeres de Loxicha. (Correo electrónico: jarquí[email protected])
2003/SJ/MEL
