En los últimos cinco años, creció el 3.5 por ciento la presencia de niñas en las calles de la ciudad de México, según consigna la publicación ¿Crees que sabes todo sobre mí? difundido por la organización Educación con el Niño Callejero (Ednica).
El proceso que lleva a las niñas a abandonar sus hogares, es menos conocido que el de los niños y, por lo general, las razones inmediatas por las que ellas se desprenden del núcleo familiar son más violentas.
Así, la violación, la necesidad de librarse de los conflictos familiares o de ayudar al sostenimiento familiar; la falta de espacios para el esparcimiento, las responsabilidades que recaen en ellas como el cuidado y crianza de los hermanitos junto con las tareas domésticas, además de las normas culturales estrictas de comportamiento que se les imponen, las arrojan a las calles.
De esta forma, las niñas callejeras se integran más fácilmente a trabajos, ya sea en la calle o domésticos, lo que las hace menos visibles que a los niños.
Generalmente, las niñas se insertan en actividades donde son explotadas y están fuera de toda protección legal como las informales a cambio de comida y habitación.
Además son empleadas como trabajadoras domésticas casi siempre sin ninguna remuneración u opción educativa o bien se convierten en compañeras sexuales de algún adulto a cambio de comida, habitación y «favores». En el peor de los casos, son víctimas de la prostitución.
Las niñas que viven en la calle frecuentemente son vistas como objetos sobre el que cualquier hombre tiene derecho a actuar, muchas veces son sometidas a una sobreexplotación, abuso y agresión que se convierte en violencia sexual, aún por parte de las autoridades.
De esta forma, el texto, indica que las condiciones de sometimiento, dominación, indiferencia y negación de los más elementales derechos de las mujeres, son todavía más violentas y agudas para las niñas que viven y trabajan en la calle.
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