La celebración del 50 aniversario del voto de las mujeres permitió la reunión de 29 mujeres el pasado 22 de octubre en el Claustro de Sor Juana, que reflexionaron acerca del poder, el feminismo y los asuntos de género que ocupan desde hace muchos años nuestro imaginario social, y que hoy pone en circulación la editorial Plaza y Janés en una antología que nos permite por primera vez asomarnos al pensamiento de los temas que sin hipérbole comprometen el futuro del país.
Porque, hay que decirlo, ese Grupo Plural, como dio en llamarse a sí mismo, tenía (y tiene) características poco comunes en un medio donde las mujeres habían sido tradicionalmente relegadas de los espacios públicos. En primer lugar, son mujeres empoderadas, liderezas políticas y empresariales, legisladoras, ex gobernadoras, dirigentes partidistas, la única magistrada de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la única secretaria de Estado del gobierno foxista, altas funcionarias del mismo y la propia esposa del presidente, además de periodistas y feministas.
Se reunían, pues, una variedad de idearios, de intereses y de orientaciones políticas, por lo que lo primero que éstas tuvieron que hacer fue hacer a un lado sus diferencias ideológicas y sus intereses coyunturales en un intento por dejar constancia de que, como dice la contraportada de El Voto de las Mujeres, «ésta ha sido una lucha con muchos logros, pero que aún no está concluida».
Quizá por todo ello, El Voto de las Mujeres es un libro con una visión de futuro; pensado y escrito para dejar constancia no sólo de los avances que han logrado las mexicanas en los últimos 50 años, sino también de un programa a futuro, porque otro logro de esta antología, surgida por la iniciativa de la secretaria Josefina Vázquez Mota, compilada por Sara Lovera y Yoloxóchitl Casas, es que por primera vez nos permite una mirada fresca de lo que las mujeres que hacen política piensan sobre el poder, ello sin restar importancia al hecho de que de varias de las integrantes del Grupo Plural, conocido por los medios como Grupo de Notables, se esperan aún grandes sorpresas.
Pero al margen de la política activa de cada una de las integrantes, es importante destacar el hecho de que lo que se discute en el libro es justamente del poder, para qué sirve a las mujeres y cómo se le puede utilizar. Para una activista del feminismo como Pilar Muriedas, habría que empezar a pensar, en medio de la discusión sobre si las mujeres están ya preparadas para gobernar este país, si «¿pueden decidir las mexicanas el gobierno que desean cuando aun su cuerpo es decidido por otros?».
Las preguntas están en el aire. Para la misma Muriedas, a la pregunta de si «¿está la clase política del país preparada para que las mujeres puedan ejercer, con plenitud, su derecho a decidir?», responde ella misma con contundencia: «Por desgracia, la respuesta es no».
Pero no todas las integrantes de este cónclave piensan igual. Marta Sahagún de Fox, en una colaboración por lo demás intencionada desde su mismo título (Llegó la hora), la mujer que hoy encabeza las encuestas de popularidad en la carrera para la presidencia en 2006 dice que han llegado, las mujeres, a su encuentro puntual con la historia porque, agrega, «somos mujeres que estamos viviendo el poder. Somos mujeres que sabemos lo que el ejercicio del poder puede redundar cuando éste se pone al servicio de los demás. Somos mujeres del poder», puntualiza. Y quién lo duda.
Porque el poder sólo tiene sentido cuando se ejerce; cuando, como es el caso de la senadora Dulce María Sauri Riancho, ex gobernadora de Yucatán, el «Poder es un verbo» que sólo encuentra su verdadero sentido cuando se le utiliza en beneficio de los demás y, de manera muy particular, de las mujeres.
Es necesario visibilizarlas porque, como señala quien fuera dirigente del PRI, «la nuestra, la de las mujeres mexicanas, es una historia llena de claroscuros en la que se minimizan nuestras aportaciones y nuestra voluntad de ser parte de las luchas que intentan hacer de éste un país mejor».
Para Amalia García, actual candidata al gobierno de Zacatecas por el PRD y con una larga trayectoria política y militante desde la izquierda mexicana, la desigualdad sigue siendo un obstáculo a superar entre hombres y mujeres.
En su colaboración titulada «El doble uso de las palabras», Amalia García, cuyos orígenes políticos se remontan al hoy desaparecido PCM, señala que «la lucha por transformar el uso del lenguaje es una de las asignaturas pendientes».
De ahí que no se contraponga la actividad política con el feminismo, porque, puntualiza, «si algo ha aportado el feminismo, es la valoración de las mujeres; por supuesto que valemos, podemos y tenemos la posibilidad de dirigir desde los distintos ámbitos que conforman el mundo de lo público. Tenemos que estar para influir en el rumbo de los acontecimientos; y para que esta nación sea democrática, debemos estar aquí y ahora», concluye.
Lo que permanece en el fondo de todo es la forma en que se debe asumir el compromiso de la participación, de ahí que Cecilia Loría Savigñón, directora del Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol), ponga el énfasis, desde el mismo título de su colaboración («Ciudadanía, un reto pendiente»), en el sentido de la participación política de las mujeres: «las mujeres políticas, comprometidas con las causas del género, se han convertido en pitonisas de los nuevos tiempos», porque «… El trato desigual, la discriminación sexual y social, la reproducción de los estereotipos culturales y la exclusión de la vida política, son rasgos que se encubren bajo una aparente situación de igualdad».
Una igualdad que está lejos de ser una realidad en un país que sigue manejando el doble discurso como una forma de control político y social, y en el que la abierta participación de las mujeres en la búsqueda del poder plantea una interrogante que deberá desbrozarse ya, pues como augura este libro (cuya presentación se realizará antes de que termine el mes), en ésta que prefigura lo que será la hora de las mujeres.
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