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Claudia Blum, presidenta del Senado colombiano

Por la Redacción

Ella siempre estuvo segura de que sería elegida presidenta del Senado. Pero, por optimistas que fueran sus cálculos, Claudia Blum nunca pensó que el apoyo de sus colegas sería abrumador. Creía que obtendría los votos de 75 senadores, pero el pasado 20 de julio, a las 6 de la tarde, la eligieron 83.

Ese mismo día, tres horas antes, el senador Luis Guillermo Vélez también tenía claro que Blum le ganaría. La senadora contaba con los votos de la bancada liberal oficialista, de Cambio Radical, de algunos uribistas y del Polo Democrático, informa el portal La Ciudad de las Mujeres en la Red.

Pero la decisión de los conservadores fue la que llevó a Vélez a desistir. Los senadores Carlos Holguín y Luis Humberto Gómez Gallo lideraron el apoyo de 17 de 18 oficialistas a Blum. Y Gabriel Zapata, de Equipo Colombia -de origen conservador- hizo un intenso trabajo político para garantizar el respaldo del movimiento a la senadora.

Las cuentas dejaron de cuadrarle a Vélez el martes 19. A las 10 de la noche ya tenía lista la carta dirigida a los conservadores en la que renunciaba a su aspiración con el argumento de que «no fue posible el normal desarrollo de los acuerdos de la coalición». Indirectamente, se refería también a la votación que había convocado a finales de junio en la que, de 27 uribistas que participaron, 25 lo apoyaron a él. En esa ocasión, Blum y sus partidarios no votaron e insistieron en que sus resultados no representaban ningún acuerdo previo. Más allá de lo que representa para la senadora culminar su carrera legislativa con la presidencia del Senado, y el hecho de ser la primera mujer en la historia que llega a este cargo, su elección tiene un impacto indiscutible en el balance de las fuerzas políticas.

El hecho de que dos fieles representantes del uribismo, Blum y Vélez, hayan protagonizado una de las más duras competencias por la presidencia del Senado, revela que la bancada gobiernista está más dividida que nunca. Lo que hubo, en el fondo, fue un enfrentamiento entre dos pesos pesados del uribismo: Germán Vargas -quien en su condición de presidente de Cambio Radical acompañó incondicionalmente a Claudia Blum- y Juan Manuel Santos, que durante los últimos meses encabezó la campaña de Luis Guillermo Vélez, con quien tiene una larga relación de amistad política. Este último salió derrotado con la tesis de que se debería respetar el resultado de la votación interna de la bancada.

Es la segunda vez que Vargas se convierte en el palo en la rueda de Santos. La propuesta del ex ministro de conformar un partido uribista había tropezado con la negativa de Vargas a que Cambio Radical, su partido, se diluyera en una sola lista con el resto del uribismo. Para muchos parlamentarios, Santos ha debido mantenerse ajeno a la lucha por la presidencia del Senado, en la medida en que ésta se estaba dando entre dos uribistas. «Juan Manuel quedó como el coordinador del grupo de liberales coincidentes liderados por Vélez, que salieron del partido para apoyar a Uribe. No como coordinador de ninguna bancada», dijo a Semana un senador uribista.

La gran pregunta es si las heridas producidas por la competencia son sanables. O lo que es lo mismo, si la bancada que apoya al gobierno se puede coordinar. Sobre todo en los siete meses que transcurrirán hasta marzo de 2006, cuando tendrán lugar las elecciones parlamentarias. Las divisiones entre los partidarios de Blum y los de Vélez, entre los llamados uribistas ‘rurales’ y los ‘urbanos’ y entre los que tienen un origen conservador y otro liberal, hacen poco probable la posibilidad de armar listas únicas al Congreso, que originalmente se suponía que iba a ser la misión política de Santos. Y mientras el uribismo se fragmenta, la oposición tiende a cerrar filas. El triunfo de Blum fue posible gracias al apoyo unánime del Polo Democrático, Alternativa Democrática y el Partido Liberal. Este último, además, le pasó cuenta de cobro a Vélez por apoyar la reelección y mostró -bajo la jefatura de Gaviria- una coherencia que no se le veía desde hacía mucho tiempo.

Con una oposición tan fuerte y una bancada tan frágil, la presidencia de Blum no será fácil. Como defensora del gobierno, deberá concentrar esfuerzos en sacar adelante la complicada agenda de reformas económicas que anunció el presidente Álvaro Uribe en su discurso del 20 de julio. En particular, las controvertidas reformas en materia tributaria, que no son propiamente populares entre los congresistas en época de campaña electoral.

Pero Blum también tendrá que demostrar que en medio de una polarización tan alta, pueden existir garantías para la participación de todos los sectores políticos representados en el Senado. Tiene puestas las esperanzas en que lo logrará. No sólo con perseverancia, sino también con el carácter conciliador que le sirvió para conquistar la presidencia del Congreso.

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