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Cárceles chilenas: hogares del VIH/Sida

Por Andrea González

Han pasado 18 años desde el primer brote en Chile y, aunque las experiencias basadas en la ignorancia y el temor han quedado atrás, el Sida sigue avanzando a pasos agigantados. Actualmente existen 412 internos con VIH/Sida en Chile, de los cuales 70 por ciento está recluido en Santiago de Chile, la capital. A esta cifra se suman 28 mujeres contagiadas, de las cuales tres se embarazaron en prisión.

Las cifras podrían aumentar peligrosamente si no se refuerzan las políticas de prevención tras las rejas, según el libro Situación de salud sexual y vulnerabilidades ante el VIH/Sida en recintos penitenciarios de la región metropolitana, informa el Servicio de Noticias de la Mujer.

El texto, presentado por la Asamblea de Organizaciones Sociales y ONG con Trabajo en VIH/Sida (Asosida) y el centro cultural Aporte Kolectivo Independiente (AKI), reúne la opinión de varias dependencias; entre ellas Gendarmería y Conasida, acerca de los avances y retrocesos en el tema.

Uno de los aspectos más preocupantes tiene que ver con las condiciones de la cárcel, terreno fértil para la transmisión progresiva del mal: superpoblación, estigmatización, hacinamiento, por mencionar algunos rasgos, aumentan la vulnerabilidad social de las personas privadas de libertad.

A esto se suma que, si bien la transmisión del VIH por vía intravenosa no supera el 6 por ciento del total de casos, es posible constatar entre los reclusos un alto índice de consumo de drogas. Allí incluso se comparten las agujas.

Similar peligro existe con los tatuajes o la perforación de la piel, variantes en las que se comparte el material utilizado. Otro tanto ocurre con los ritos de hermandad de sangre, prácticas habituales al interior de las cárceles.

Pero eso no es todo. Las personas privadas de libertad que todavía están libres del VIH/Sida son particularmente vulnerables a contraer el virus, ya que por lo general se les tiende a negar los medios de protección, como los preservativos. ¿Por qué? Aunque parezca extraño, el libro da cuenta de una realidad que mucho tiene de «mito»: negar la existencia de actividad sexual al interior de los recintos.

Tampoco se puede desconocer -agrega el texto- que la violación dentro de la cárcel es un hecho habitual a modo de iniciación institucionalizada. Entre las prácticas sexuales entre hombres constituye un factor de alto riesgo el coito anal sin protección. El documento hace hincapié en que «otro tanto ocurre en las cárceles de mujeres, en las que hay funcionarios varones que también están muy expuestos a contactos sexuales».

«Es difícil calcular la cantidad de reclusos usuarios de drogas inyectables o de quienes tienen relaciones sexuales sin protección. En teoría son comportamientos que no están permitidos o no debieran ocurrir en un sistema penitenciario, y por eso se ejecutan en la clandestinidad. Sin embargo, es evidente que en la mayoría de las cárceles chilenas estas conductas son cotidianas», explica en el libro el presidente del Comité País para el Fondo Global en Chile y de Sidacción, Marcos Becerra.

Esto podría agravarse -agrega- con las visitas conyugales, que podrían incrementar aún más la infección tanto para la o el interno como para su pareja por la falta de precauciones adecuadas.

Para el coordinador nacional de Asosida, Leonardo Arenas, es preocupante que al interior de los recintos penitenciarios se ponga especial énfasis en controlar a las personas contagiadas y no en prevenir la enfermedad. «Sabemos que en estos recintos no se entregan condones, pese a que la campaña nacional contra el VIH se centra en esta materia y que el 90 por ciento de los contagiados entre rejas tiene entre 18 y 45 años, son sexualmente activos y muchos de ellos volverán a las calles», advirtió.

Esto fue corroborado por un funcionario que prefirió guardar anonimato y trabaja con los enfermos tanto en la Penitenciaría como en el anexo de Colina. «Muchos gendarmes no están capacitados y no cuentan con los conocimientos para tratar a pacientes que tienen VIH. Además, hace años que no se entregan preservativos y cuando, se ha hecho, incluso se han distribuido algunos que vencieron en 2001», cuenta.

05/AG/YT

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