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Teresita de Barbieri: precursora de la investigación feminista

Por Lucía Lagunes Huerta*
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Este fin de semana falleció en la Ciudad de México una de las feministas más emblemáticas, pionera en las investigaciones sobre la condición de las mujeres en América Latina (AL), académica de alto rendimiento, militante socialista, sobreviviente del golpe militar chileno, y defensora de la democracia: Teresita de Barbieri.

A continuación reproducimos una entrevista que Cimacnoticias le realizó hace 2 años.

Socióloga feminista, Teresita de Barbieri camina por la memoria. Su reflexión es desde la academia, desde su formación y pasión de vida, la investigación social.
 
Maestra de generaciones en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), articulista en diversos espacios periodísticos y de revistas académicas. Su investigación ha sido pionera en AL y México para evidenciar y analizar la desigualdad que viven las mujeres.
 
Barbieri ha centrado su investigación en la situación de las mujeres campesinas y obreras, el trabajo doméstico y la vida cotidiana, las políticas de población, los derechos reproductivos y de la salud, el género, las esferas y los ámbitos de acción. Sus más recientes trabajos fueron sobre la participación de las mujeres en la esfera estatal.
 
En 2012, en el marco del Día Internacional de la Mujer, recibió un homenaje en su instituto por “sembrar las bases en México en los estudios de género”. Fue reconocida por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Chile como personaje ilustre.
 
Si ella tuviera que iniciar su biografía, lo haría ubicando su fecha de nacimiento: 2 de octubre de 1937. Amante del arte y de la arquitectura medieval. Convencida de los logros del feminismo y clara de los retos que aún enfrentamos como sociedad, comparte su historia y su visión de AL a la luz de la democracia y el feminismo.
 
–Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Quién es Teresita de Barbieri?
–Teresita de Barbieri (TB): En realidad soy Martha Teresita de Barbieri García, socióloga de profesión; tuve una carrera de investigadora principalmente y ahora estoy jubilada, felizmente jubilada. Cosa que no es muy fácil, pero que me tocó la suerte.
 
“Nací en Montevideo (Uruguay), donde está la familia. Pero mis padres y hermanos vivían en Colonia, una ciudad a unos 180 kilómetros de Montevideo. Entre los dos y seis años viví en la casa de mi abuela en Montevideo. Cuando fui a hacer la primaria, me fui a Colonia con mis padres. Todo esto por problemas de salud, porque yo me agarré una tuberculosis y me tuvieron que aislar de mis hermanos y mi mamá también, porque Colonia es muy frío.
 
“Estudié en la Universidad de la República. Estudié varias cosas porque no tenía claro que era lo que quería; hice prepa en Derecho; tenía mucha facilidad para las matemáticas; me gustaba mucho la física, historia. (Pero) no me sentía ingeniera, ni profesora de  matemáticas o cosas así, pero tampoco me sentía abogada. Cuando descubrí en mi casa el código de comercio dije: ‘¿Voy a tener que aprender esto de memoria?’. Dije no, hasta acá llegamos”.
 
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ÉPOCA ESTUDIANTIL
 
–LLH: ¿Y la Sociología cuando apareció?
–TB: A los 21 años entré en la Escuela de Trabajo Social, quería una carrera universitaria y más o menos corta. Cuando uno es universitario –en aquella época por lo menos– tenías que militar, y entré a militar. Nosotros veíamos todo lo que pasaba en la universidad, en los distintos consejos universitarios y controlábamos todo.
 
“Fue una experiencia de crecimiento en todo sentido. Era la solidaridad, el conflicto, las amistades, todo eso que se genera en esos ambientes; además la ventaja de los estudiantes es que no había muchos intereses por el que pelear, más bien peleamos por valores”.
 
–LLH: ¿Tú estabas en algún consejo en esa época estudiantil?
–TB: Sí, yo era secretaria académica del Centro de Estudiantes del Servicio Social en la Universidad de la República. Andábamos en movilizaciones; salimos mucho por Cuba (era el año 59, plena Revolución Cubana); la teníamos que defender.
 
“Nos gaseaban, nos tiraban agua, nos corrían. Teníamos que salir  disparados para que no nos hicieran daño.
 
“En Uruguay había un semanario muy importante, Marcha, fundado por el doctor Carlos Quijano. Él fue un maestro para todas, de muchas generaciones de uruguayos, porque él organizaba el semanario con los problemas nacionales e internacionales, hacia traducciones de pensadores de esa época”.
 
–LLH: ¿Cómo llegas a Sociología?   
–TB: Un profesor de Sociología me invita a un seminario en la Facultad de Humanidades. Íbamos un grupo con gente que yo conocía de la militancia, que venían de otras facultades y  empezamos hacer un seminario de investigación sociológica. A mí eso me encantaba. Después un compañero se fue a Santiago (en Chile) a la Flacso; hizo la maestría y cuando llegó me dijo: “Tú tienes que irte a Santiago”.
 
–LLH: Y te fuiste…
–TB: Resulta que yo ya estaba casada y tenía un niño de dos años, y me dije: “¿Qué voy hacer?”. Nelson (su compañero de toda la vida) me dijo: “Sí, vamos”. Entonces nos fuimos a Santiago.
 
“Para no hacerte el cuento largo, nos fuimos y fue una época preciosa por el pensamiento latinoamericano (que se estaba desarrollando en esa época), y Santiago era el centro de la reflexión (era 1968).
 
“En ese momento estaban Fernando Henrique Cardoso (sociólogo y ex presidente de Brasil) y Enzon Faletto. Con su grupo formularon el libro “Dependencia y desarrollo en América Latina”, que es un parte aguas en la Sociología y en las Ciencias Sociales latinoamericanas.
 
“Ellos parten de que en AL no tenemos que repetir las teorías que se crearon en otras partes del mundo; esta es una realidad particular, es una realidad de una organización económica dependiente, y entonces debemos de pensar los problemas desde nosotros; ese pensamiento sigue vigente”.
 
GOLPE MILITAR
 
–LLH: Y ahí te toca el golpe…
–TB: Claro. En Santiago me pasan muchas cosas. Tengo una hija (la segunda) y empezaba a vislumbrarse algo sobre las mujeres. Un día voy a la Flacso y aparece el director, que había sido buen amigo mío y me dice: “¿Qué estás haciendo?”. Y me ofrece un proyecto de la UNESCO para evaluar un programa de educación media para mujeres.
 
“El protocolo decía que tenían que ser tres ciudades que no fueran Santiago; entonces yo elegí tres ciudades con escuelas para niñas: Valparaíso, que está a 130 kilómetros de Santiago; Talca, que fue donde empecé que estaba a 200 y tantos kilómetros, y la otra era Valdivia.
 
“Tenía que ver qué estaban estudiando, cómo estaban estudiando, cómo trataban a las mujeres, y cuáles eran los campos de trabajo de esas egresadas”.
 
–LLH: ¿Es tu primer acercamiento a la problemática femenina?
–TB: Ahí descubrí el término mujeres; ahí descubrí que casi no había nada de bibliografía que tuviera que ver sobre mujeres o el sexo femenino, eran contaditos, me sobraban los dedos de las manos. 
 
“Entonces encontré, por ejemplo, que en la empresa petrolera chilena, que era del Estado, no tenían ingenieras por que cómo las ingenieras se van a trepar; eso no.
 
“Descubro (que) las mujeres traían toda la carga del trabajo doméstico, de cuidar a los hijos; entonces llega un momento en que yo ya volviendo (de uno de los viajes de la investigación para UNESCO) dije: ‘Lo mismo que me pasa a mí le pasa a aquellas, pero ellas son obreras; yo tengo la posibilidad de contratar a una empleada del hogar, pero no tenía familia y las angustias del tiempo sobre todo, de que el dinero no te alcanza, etcétera”. 
 
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–LLH: ¿Y qué pasa cuando te das cuenta de ello?
–TB: Ya de regreso a Santiago, escribo y le digo a un amigo mío que tenía vinculación con la dirigencia del Partido Socialista (ya estaba Allende en la Presidencia en su primer año de gobierno): “Quiero que se enteren de lo que está pasando”. Él me consigue una entrevista con la senadora Elena Carrera, también dirigente del Partido Socialista.
 
“Voy a la reunión y le cuento que las mujeres tienen condiciones de vida muy difíciles, que no hay nada de parte del Estado y que tenían muchos problemas, que había que tomar en serio ese problema si se quería realmente una revolución. Entonces fíjate, yo iba por la mitad de la exposición y de repente me dice: ‘Usted sabe una cosa, esto que me está diciendo es totalmente nuevo para mí’”.
 
–LLH: Pero, detengámonos un poquito ahí en lo del golpe. ¿Qué pasa ahí en tu vida?
–TB: Mira, el golpe se veía venir. El primer año de gobierno (de Allende) fue muy bueno. La derecha no estaba armada para resistir, resistían individualmente. El golpe se prepara. ¿Cómo se prepara? Con escasez, con problemas de transporte, con escasez de gasolina.
 
“Allende era maravilloso. Allende cada vez tenía más gente. Por ejemplo una cosa fantástica: la gente, las mujeres, los niños, los hombres y sobre todo las mujeres cambiaron sus maneras de andar en la calle, era fantástico”.
 
–LLH: ¿Por qué?
–TB: Porque se robustecieron, porque comían mejor, vestían mejor y estaban como más alegres. Yo creo, no sé. En Chile las mujeres siempre participaron en política, pero me da la impresión de que con Allende hubo más participación de las mujeres.
 
–LLH: ¿Y cuándo tomas la decisión de salir?
–TB: Había que cuidar de los niños; entonces me entró un pánico de que me agarraran y me torturaran, de que tomaran a mis hijos de rehenes. En ese momento cualquier tonto te denunciaba por roja, por comunista.
 
–LLH: Entonces de Chile te vienes a México…
–TB: Primero Buenos Aires (Argentina); un mes para recoger visas en la embajada y entonces de ahí me vine para acá.
 
–LLH: Santiago te marca…
–TB: A mí Santiago me marcó con el ejemplo de solidaridad más fantástica; vi gente (con) cierta capacidad de defensa, por ejemplo funcionarios de Naciones Unidas, de la Flacso, apoyar y meter gente en las embajadas. Y a tener gente en la casa o en la casa de alguien conocido, cuidando de que llegara el turno para meterlos a las embajadas. Fue maravilloso, maravilloso.
 
LA VIDA EN MÉXICO
 
–LLH: ¿Por qué México?
–TB: Entre las personas que fueron a Chile estaban Víctor L. Urquidi, que era presidente de El Colegio de México, y Raúl Benítez Centeno, director del Instituto de Investigaciones Sociales, para ver en que podían apoyar, o sea qué gente podían traer.
 
“Después de una evaluación, le digo a mi jefe: ‘Mire Marshell, yo estaba pensando que podría hacer los trabajos de investigación (que se estaban preparando para la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, en 1975 en México)’. Y se da la vuelta, saca la hoja de la máquina de escribir y me dice que está escribiendo una propuesta al secretario ejecutivo de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), para que ese cargo me lo dieran a mí.
 
“Ya en México, un buen día me llama Raúl Benítez Centeno y me dice: ‘Bueno, ¿usted qué quiere hacer?’. Entonces yo con mucha humildad le dije: ‘Mire, a mí me interesa estudiar la condición de las mujeres. Y ahí (en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM) hago todo (el trabajo de investigación sobre los Derechos Humanos de las mujeres).
 
“Entonces ya para esas fechas Nelson me dice: ‘No puedes estar así. Tienes que ser feminista, si tú eres feminista’”.
 
VISIÓN FEMINISTA
 
–LLH: ¿Qué fue para ti asumirte como feminista?
–TB: Mira, fue estar más tranquila con mi conciencia, porque al final de cuentas yo siempre había sentido que era una disminución, un ser humano disminuido frente a los varones. Ellos podían salir a cualquier hora, estudiar, hacer lo que quisieran, trabajar donde fuera; no le iban a decir “usted no porque es mujer”, no.
 
–LLH: ¿Tenías contacto con el movimiento feminista?
–TB: Conocía a Lourdes Arizpe, Marta Lamas, porque había estado en reuniones más allá de la academia con Antonieta Rascón, Carmen Lugo (abogada e historiadora)… toda esa gente famosa.
 
“En el año 79 vienen Lourdes Arizpe (antropóloga e historiadora feminista) y me dicen: ‘Mira, en Fem (revista feminista fundada por Alaide Foppa en 1976) vamos a integrar nueva gente; te propuse y estuvieron todos de acuerdo; van entrar tú y Antonieta (Rivas) Mercado (actriz, mecenas, escritora, feminista y activista política). Ahí ya era feminista.
 
“Ya en el instituto empieza a llegar gente a pedirme información, o pedir entrevistas o fuentes de información y que les dé artículos. Sigo en la academia; yo soy un académica, milito en el movimiento feminista; voy a las marchas, firmaba desplegados, comparto el feminismo. Eso fue muy rico esa época, porque ahí era donde se discutía todo el asunto de la democracia”.
 
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–LLH: ¿Cómo miras al movimiento feminista actual?  
–TB: Mira, el movimiento feminista hay que contextualizarlo en AL principalmente y en México como un movimiento que permitió y de alguna manera ayudó a legitimar las políticas de población. No es gratuito que Raúl (Benítez Centeno) me haya dicho “sí nos interesa” (la investigación sobre las mujeres). Raúl es demógrafo, había estado en un comité que redactó la política de población en los años 72 y 74.
 
“Entonces sí coincide el movimiento feminista con la demanda anticonceptiva –sobre todo en México que tuvo prohibida la venta de anticonceptivos–, y con las políticas para hacer que las mujeres tengan menos hijos”.
 
–LLH: ¿Y hoy cómo nos ves?     
–TB: Bueno, yo creo que es un movimiento que ha tenido logros importantísimos como pocos movimientos. Tal vez a fines del siglo XIX, con toda la ola del movimiento sindical, creo que el feminismo se extendió por todas partes. Y hay mujeres que no son feministas, así que no participan en activo pero que tienen ya el feminismo integrado en las venas y en el cerebro y en todos lados.
 
–LLH: ¿Cómo resumirías tu vida?
–TB: Soy una persona de tantas que tuvo la suerte de llegar al mundo, de llegar a la familia que llegué, que me dieron educación y  cierta libertad de pensamiento y que encontré un lugar para desarrollar algo sobre el conocimiento, sobre la condición de las mujeres, de las relaciones entre hombres y las mujeres. Disfruto de lo que tengo y en el camino hice muchas amistades.
 
Twitter: @lagunes28
 
*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.
 
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